El puente de tubos ahí sigue, solamente se le ha agregado una capa asfáltica para disimular lo oxidado. Ahí sigue viviendo don Marciano, carpintero de profesión y seguidor de Andrés Manuel desde los tiempos del Frente Democrático Nacional (FDN).
Un letrero con letras blancas sobre un fondo verde avisa: Campo Sen. Hace 21 años, esta comunidad de etnia chontal, vivió un enfrentamiento con policías federales, judiciales y sorches. El ex candidato perredista, Andrés Manuel López Obrador, resultó descalabrado y tuvo que refugiarse a 200 metros, dentro de un “vocho” estacionado frente a la casa de don Marciano.
Todo esto lo cuenta uno de los habitantes de Corriente, el poblado más cercano al puente tubular. Nicolás de la O tenía entonces unos 13 años, pero recuerda aquel suceso como el primero donde adquirió, “por fin” conciencia cívica.
Aunque iba a la “Secundaria Emiliano Zapata” y veía todos los días el mural del guerrillero a la entrada, desconocía lo que en verdad sucedía. Para él, lo que decían la televisión, los periódicos y la radio era que aquellas personas eran violentas.
Los maestros preferían centrarse en la historia de papel antes que platicar con sus alumnos el conflicto poselectoral en Tabasco, por temor a perder su plaza. Se cumplía un año y meses de que Roberto Madrazo gobernara con mano dura contra la disidencia.
De la O iba y volvía de la escuela mirando extrañado aquel contingente, que bloqueaba la ruta que conduce a los campos petroleros. Los plantonistas apostados sobre la carretera impedían la entrada de camiones pesados de la compañía Seriesa y de la paraestatal Pemex, con doble propósito: La salida de Madrazo y el pago por las afectaciones de la actividad petrolera a sus tierras.
Un día, montado en su bicicleta “chooper”, se le acercó al dirigente y le preguntó con toda inocencia por qué dividían al pueblo e incitaban a la violencia. Las palabras de Andrés Manuel aún le siguen rodando en la cabeza: “Nosotros no dividimos a la gente, son los de arriba lo que quieren desunirnos, pero estamos luchando precisamente para que todos, sin importar de qué partido sean, vivamos mejor”.
La mañana del 7 de febrero de 1996, Nico y su hermano no se detuvieron ante los gritos de la madre que les decía regresaran a la casa. Los ruidos del helicóptero sobrevolando su comunidad los obligó a creer que el aparato podría aterrizar cerca y ellos podrían admirarlo. En vez de eso, vieron como el contingente agrupado en lo que se conocía como la Base de Operaciones Mixtas (BOM), se abalanzó contra los manifestantes, entre los que reconocieron decenas de vecinos y conocidos. Hubo golpes, gases lacrimógenos y detenciones, entre los que se encontraba el dirigente estatal, Rafael López Cruz.
Producto de las 14 denuncias que la paraestatal Pemex presentó por obstrucción a los centros de trabajo, se detuvieron en los siguientes días a 102 dirigentes perredistas. Aunque un juez había girado dos órdenes de detención contra Andrés Manuel López Obrador, producto de las averiguaciones previas 31-96 y 28-96, Ap 28-96, no se cumplieron.
Un mes después, entre el miércoles 13 y jueves 14 de marzo, recuperaron su libertad López Cruz, Darvin González Ballina, Dorilián Díaz Pérez, Andrés García Ovando, José Reyes Ramón, Santiago de la O Ovando, Sotero Isidro Hernánfez, Miguel Acosta Rodríguez, Héctor Javier Rodríguez May, entre más de cincuenta excarcelados. Samuel del Villar, un prestigiado en derecho constitucional había venido de la Ciudad de México a Tabasco con su equipo de abogados para dirigir la defensa de estos perredistas.
Con casi 35 años cumplidos Chuy de la O, casado y dedicado al comercio, admite que aquel suceso lo marcó. Lo hizo más consciente de que hay que defender el país, “empezando por la comunidad de uno”. De Andrés Manuel, sin pena alguna, expresa que “esta vez sí será la vencida y puede llegar a gobernar el país porque urge un cambio para combatir la violencia del estado”.