Todavía hay gente entre los escombros de los edificios de la Ciudad de México que derrumbó el sismo del 19 de septiembre. Todo indica que están muertos.
Y por eso ha comenzado el tiempo de encontrar responsables. Así como de frenar la rapiña con los apoyos sociales a los damnificados.
Es decir, de evitar que toda la ropa, la comida, los pañales que la gente de Quintana Roo reunió para apoyar a las víctimas del sismo en Morelos, lleguen a manos de la presidenta honoraria del DIF del Estado, Elena Cepeda de Ramírez. Quien ordenó que toda la ayuda que llega a esa entidad, camiones llenos de toneladas de víveres y demás, sea concentrada en una bodega, para así llenar bolsas que serán etiquetadas con los logos de su partido.
Y no importa que sea el PRD, esto es válido para todos los partidos políticos que deben entender que pocas cosas son tan inmorales como lucrar con la desgracia de quienes perdieron todo por un sismo.
También es tiempo de comenzar a encontrar a responsables de que se hayan construido edificios sin apego a los reglamentos de Protección Civil de la Ciudad de México. Que se convirtieron en tumba de muchos. De saber por qué razones en el centro había un edificio donde operaban “fábricas” de ropa y de juguetes que empleaban a coreanos, taiwaneses y chinos la mayoría ilegales, quienes terminaron sepultados por ese edificio.
Y, también, a saber, quiénes fueron los constructores de tantos edificios que deberán de ser destruidos porque ya no son seguros para ser habitados, lo que ha dejado a miles de mexicanos sin techo. ¿Cuánto les pagaron a qué inspectores para construir sin los mínimos de seguridad?
Como Dios tiene muchos caminos, este sismo, las consecuencias terribles para millones de mexicanos, han cancelado totalmente las ambiciones futuristas de Miguel Ángel Mancera, que no podrá pedir licencia a sus obligaciones, que ahora incluyen encontrar soluciones para cientos de miles de entre sus gobernados.
Hay muchas lecciones, para todos, para todo el país, de este sismo, el segundo del 19 de septiembre.
Entre ellas queda establecida la necesidad de contar con una política real, muy sólida, de Protección Civil. En Quintana Roo esto es importantísimo porque tenemos, en Cozumel, a uno de los principales puertos de cruceros del mundo. ¿Qué pasaría si hay una epidemia, un incendio, un secuestro en uno de eso barcos que llegan a tener en su interior hasta más de cinco mil personas?
Porque no existe un plan de evacuación. No hay lineamientos claros sobre quién tendría que estar al mando de una operación de salvamento. ¿A qué hospitales llevarían a tantas personas, cómo los transportarían?
La prevención, lo demostró este sismo, es la mayor riqueza que podemos tener frente a la naturaleza.
Preguntemos si en Quintana Roo estamos, realmente, preparados para una emergencia que no sea un huracán…