El pasado martes 8 de Noviembre, en Estados Unidos y en el mundo líderes políticos, periodistas, cibernautas, analistas, encuestólogos, ciudadanos de toda índole, nos vimos sorprendidos por el triunfo electoral de una figura sui generis en la escena pública, un magnate con poca participación política pero de gran presencia mediática con posturas nacionalistas radicales y un discurso polarizante: Donald Trump, quien será a partir del próximo 20 de Enero de 2017, el presidente número 45 de ese país.
Mucho se ha hablado sobre la confrontación en esa contienda electoral, innumerables análisis se han realizado sobre su resultado en el cual Hillary Clinton obtuvo más votos en las urnas con un total de 61,047,207 sufragios, contra 60,375,961 de Donald Trump, pero menos votos en el Colegio Electoral, 232 contra 290 del Presidente electo, así pues, nuevamente los estudiosos electorales comentan sobre la disparidad del sistema electoral norteamericano de democracia indirecta a través de los votos colegiados que cada estado representa.
A una semana de aquella elección histórica, se sigue pensando que más que el respaldo a Donald Trump, los electores, emitieron un fuerte voto de castigo o quizá un voto de protesta contra el gobierno demócrata de Obama, quien entre otros asuntos, en ocho años al frente de la Casa Blanca ha sido particularmente cuestionado por no haber consolidado su propuesta de un nuevo sistema de salud para los norteamericanos además de una fallida reforma migratoria.
Hoy, la sociedad estadounidense sigue confrontada y será sin duda un reto mayúsculo equilibrar las posturas políticas y atenuar los conflictos raciales en ese país heterogéneo que está profundamente dividido y cuyo Presidente debe ser más que nunca un factor de unidad.
La elección norteamericana ha dejado muchas lecciones, pero uno de los grandes tópicos que hoy se debaten tanto en Estados Unidos como en la comunidad internacional, es el trato político y de agenda pública que se dará al tema migratorio que por supuesto también es una prioridad para México.
En cuanto al rubro de la participación política de las mujeres, no pudo Hillary Clinton romper ese “techo de cristal” de la nación más poderosa del mundo, pero sin duda su historia seguirá inspirando a muchas otras líderes a continuar trabajando por un mayor empoderamiento y espacios paritarios para mujeres que tengan preparación y una trayectoria política.