En el capitalismo, la fatalidad del trabajo sirve para pagar vivienda, salud y educación a través de los años y solo si se puede, algo más; ese esfuerzo por lograr lo que debería de ser un derecho para todos pero que en el liberalismo sólo se les otorga a los que se lo “merecen”.
El “Queriodiado” Comandante, logró que en su Isla estos derechos fueran para todos: cero analfabetismo, baja en la tasa de mortalidad infantil, garantía de 1 médico por cada 130 personas, un alto índice de médicos titulados, la mayor facultad de medicina, cero desnutrición infantil, no problemas de drogas, 100% de escolarización, sostenibilidad ecológica, 79 años de esperanza de vida al nacer, vacunas contra el cáncer, erradicación del VIH por transmisión de madre-hijo, mayor cantidad de medallas olímpicas de Latinoamérica. ¿Acaso los países primermundistas han alcanzado éstas cifras? Muy por el contrario, las necesidades crecen cada día más, haciendo que la tijera de la diferencia pobres-ricos, se separe más y más; donde la enajenación de los individuos es constante, empañándose su visión de la realidad que se oculta en brillos de placeres superfluos.
Pero no debemos olvidar que la historia de la Isla pudo haber sido otra, si el famoso embargo económico impuesto en 1960, no lo hubiera establecido el país de los sueños como parte de su asquerosa política de intervención, que ha llevado a cabo a través de décadas sobre los pueblos de su interés. Éste bloqueo prohibió cualquier transacción comercial de las empresas estadounidenses y para 1999 se endureció, prohibiendo a los países del mundo tales acciones. ¿Cómo poder sobrevivir así?