Nadie sabe a ciencia cierta qué pasará con las inmediatas relaciones comerciales en el contexto internacional, no después de que la caja de Pandora de la gran incertidumbre haya sido abierta vorazmente por Donald Trump. Y todavía no gobierna.
Si la diplomacia norteamericana ha levantado uno que otro rifirrafe gracias a los comentarios desmedidos de Trump desde su nueva Oficina Oval, léase su cuenta de Twitter, podemos aventurar que los mejores años del libre comercio y de la reducción de sus cláusulas han quedado atrás.
¿Cuántos años y cuántas rondas necesitaron el GATT y la OMC para construir un mundo menos beligerante en el terreno comercial mucho menos agresivo y lesivo sobre todo para las economías emergentes atadas a las divisas provenientes de sus materias primas?
Vaya, y ahora así nada más todo se irá al garete. La historia belicista de nuestro mundo está hilvanada con punto de cruz e hilo rojo tintado en sangre por las enormes disputas territoriales y del control de las aguas precisamente relacionadas con el trasiego de las mercancías.
El dominio de las rutas ha confrontado a los seres humanos miles de veces existen vastos pasajes en nuestros libros que testifican parte de esos vicios y de dichas pugnas; las mismas Cruzadas tuvieron un enorme motivo comercial.
Que se regulara el comercio internacional bajo un determinado criterio de normas como si fuera una especie de código de buena conducta a fin de evitar la vuelta a las armas, fue de alguna forma uno de los resortes impulsores del GATT además en un contexto lábil posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Digamos que construir un control de juegos multilateral no ha sido nada fácil menos con actores fundamentales de piel proteccionista, ariscos a los roces y dispuestos a los arañazos cuando les incomoda la competencia. Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania son de naturaleza proteccionista y en algunos se mezcla con el sentimiento de lo localista lo que presupone una doble barrera para las relaciones comerciales externas.
Las economías que se han quedado con la añeja mentalidad de la posesión del protectorado, de su propia Commonwealth y pretenden seguir orbitando en un neocolonialismo, lo único que provocan es resucitar los cadáveres de las trabas y las barreras arancelarias. Hacer más densas, tensas y tirantes las relaciones entre los países.