La migración es tan vieja y consistente como la humanidad misma, sin importar limitaciones físicas o retos de la naturaleza. Por eso cuando los artificios fronterizos tratan de detenerla se revela y enoja; tal como está sucediendo con un millar de africanos bloqueando la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, en protesta por las resistencias de este país para que continúen su viaje hacia el norte. ¿Africanos? Hasta hace unos días el conflicto era por la concentración de cubanos.
El camino hacia el sueño americano cierra los puntos de acceso directo por lo que el tráfico ilegal organizado está utilizando vías alternas que tocan primero cualquier otra parte del continente, principalmente en Sudamérica. El hecho no había sido notorio hasta que la corriente se taponeó en el embudo centroamericano. Fuentes ligadas a la Organización Internacional para las Migraciones aseguran que habría ya unos 20 mil migrantes africanos moviéndose en estas rutas siendo una veintena los puntos por los cuales arriban masivamente y de contrabando al continente americano… en el Siglo XXI.
Tarde o temprano la historia se gasta sus ironías. Lo que alguna vez fue tráfico legal, forzado y esclavizante, en el mercado internacional de mano de obra, hoy es el tránsito ilegal e invasivo por nuevas rutas de quienes voluntariamente pagan a sus traficantes para ser trasladados. En muchos sentidos el proceso sucede en condiciones peligrosas. Campos de refugio son focos de atención humanitaria internacional.
De la migración salida de África, Oriente Medio y los Balcanes, hemos visto en los últimos años las imágenes conmovedoras del flujo enloquecedor primordialmente hacia Europa. El cierre de esas zonas limítrofes y la saturación de la ayuda están forzando a la apertura de nuevos itinerarios que voltean a ver hacia América en gran escala. La nueva cara de gran negocio que crece exponencialmente.