Dicen los enterados que el próximo 4 de junio se verá lo que coloquialmente se conceptualiza como: “de qué lado masca la iguana” en materia política nacional.
Ese día habrán elecciones en el Estado de México, el más poblado del país y, por ende, el que registra el mayor padrón electoral.
Pero no sólo eso, esta entidad es la que vio nacer y vio también como gobernador al hoy presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien sin duda apostará su resto por mantener la hegemonía de su partido, el PRI, en el estado mexiquense, lugar donde seguramente se refugiará a partir de diciembre de 2018.
Los sondeos indican que, en la parrilla de salida, el PRI consolida ventaja en Coahuila, la mantiene en Nayarit y su candidato en Edomex, Alfredo del Mazo, arranca en empate técnico con Delfina Gómez, de Morena, y Josefina Vázquez Mota, aunque la panista se rezaga como ya le ocurrió también en 2012 en la carrera presidencial.
Sin coalición opositora con el PRD, el PAN puede quedarse atrás y la contienda polarizarse mucho antes que hace cinco años.
En un escenario polarizado entre PRI y Morena, la concentración del apoyo electoral favorecería al partido de López Obrador, según sondeos. Aunque en la encuesta de Reforma (16/3/17), los tres partidos arrancan en empate (29% PRI, 28% Morena y 25% PAN), pero si la competencia fuera bipartidista se impondría la candidata de Morena con una ventaja mayor a 15 puntos sobre Del Mazo o Vázquez Mota.
Lo cierto es que la dirigencia priista ve con peores ojos caer ante Morena que con el PAN por el impulso que daría a López Obrador hacia 2018, y la derrota de su primo en Edomex sería durísimo revés para Peña Nieto.
Las cartas están echadas y la apuesta del PRI es a todo o nada.