Tras la vapuleada legislativa donde una oposición más estratégica y efectiva en operación política les arrebató las posiciones de poder y privilegios a los que estaban tan bien acostumbrados, dice ahora el diputado Raymundo King, aún dirigente estatal del PRI en Quintana Roo, que en este partido –lo que queda de él– seguirán “trabajando para construir un mejor Quintana Roo”, abanderando “con el mayor interés” las causas sociales y desterrando “simulaciones y traiciones” que, asegura, tanto los han perjudicado.
No sabemos a quiénes trata de convencer el malogrado aspirante a líder del Congreso, que de la cúspide alcanzada en un sexenio cayó en cuestión de horas al sótano de la ignominia, pero todo esto nos suena a un mero intento de rescatar algunas simpatías –que ya no le quedan muchas– y a tratar de espantar con el petate del muerto a quienes ya no le guardan la mínima confianza y respeto.
Son patadas de ahogado de Raymundo King, el “Ray” de sus cada vez menos simpatizantes, amigos y militantes, pues con la pérdida del poder se perdieron también los caudales de dinero con los que mantenía hábilmente aceitada esta maquinaria de simulaciones, engaños y reparto de beneficios, de los que ahora simula, finge él, estar en desacuerdo. Y como dicen que cuando se acaba el dinero el amor sale por la ventana, “Ray” sufre ahora la soledad del desamor de las multitudes y la orfandad política de quienes lo lanzaron al precipicio sin paracaídas.
Pero no entiende este muchacho la lección. No aprende, por más palos que le den. No se resigna a aceptar lo que está claramente frente a él. No termina, pues, de asimilar que lo ocurrido en las urnas el 5 de junio, y el sábado y lunes pasado en el Congreso, es consecuencia de un sonoro, exigente clamor popular, que le dijo al PRI: “¡Ya basta! ¡Ya no más de ustedes!”.
Pero entre el estupor de la insospechada derrota y los humos de la embriaguez del poder sexenal que ya se le acabando, “Ray” sigue convencido de que el pueblo de Quintana Roo y sus clases sociales, políticas y empresariales, a esas que mintieron, a esas que manipularon, a esas de las que él y su pequeño grupo de privilegiados abusaron y defraudaron hasta el cansancio, les siguen creyendo sus gastados cuentos.
¿Ahora sí quiere el PRI “trabajar por un mejor Quintana Roo”? ¿Ahora sí le interesa a Raymundo King abanderar con el “mayor interés” las causas sociales? ¿De verdad pretende ahora, a partir de la dura lección social y legislativa recibida, sacar a simuladores y traidores del partido?
Le respondemos con otras preguntas: ¿Por qué no lo hicieron antes, cuando pudieron y debieron? ¿Por qué desdeñaron su verdadera responsabilidad social y política a cambio de privilegiar los intereses voraces de un grupúsculo que agotó no sólo la paciencia y la confianza de una militancia fiel que terminó dándoles la espalda, sino también, ilícitamente, los fondos públicos de varios municipios para costear sus costosos mítines y mitotes?
¿Alguien, fuera de sus incondicionales, le creerá todavía a “Ray”?