El PRI no crece en el número de sus simpatizantes, al contrario sus adeptos estas decayendo últimamente y todo su trabajo se reduce a mantener y alimentar su voto duro mismo que se distribuye en porcentajes semejantes en las distintas regiones del país. El saldo electoral del pasado 5 de junio para el PRI fue negativo. Y si no se ponen las pilas será peor para el 2018 si la reforma electoral se vuelve a hacer en función de acuerdos en las cúpulas del poder, sobre todo el PRI y el PAN, ahora con la complicidad de sobrevivencia del PRD. Recordemos que el PRI es mucho más que una apuesta por Los Pinos. A lo largo de los 12 años que gobernó el PAN, el partido siguió manejando el poder en la mayor parte de las entidades federativas y las alcaldías y por ende a la mayoría de los mexicanos. Gracias a ello pudo regresar al poder dos sexenios más tarde. La permanencia hoy en día del tricolor reside en buena medida en su capacidad para sostener a extensas filas de funcionarios y operadores pero para eso necesita el acceso a la burocracia y a los recursos que otorga el control del presupuesto situación que en Quintana Roo ya no lo tiene y ahora tendrá que aplicar verdadero trabajo de campo con recursos propios para poder reposicionar al partido con miras al 2018. Es una realidad que los inmuebles, la movilización del voto fincada en sindicatos, agrupaciones y organizaciones del campo, no existirían sin las prebendas políticas y económicas que derivan del acceso a la estructura del poder que tuvo por muchos años en el estado. Desde luego que existen militantes cuya fidelidad al partido responde a motivos ideológicos, a la costumbre quizá. Pero no nos engañemos, para la mayoría el PRI es la vía idónea de acceso al poder y a la prosperidad económica y profesional.
