¿Hacia dónde va la sociedad de Cancún? ¿Qué puede esperar la gente de una ciudad en la que una gasolinería anuncia que ahí sí se despachan litros de litro, y resulta que es cierto, y nadie obliga a los otros expendios a hacer lo mismo? ¿Debemos acostumbrarnos a esta vida, en la que un gobierno se puede vanagloriar por no haberse endeudado, como si se tratara de un éxito o una virtud?
Aquí las cosas que parecen lógicas, resulta que no lo son tanto, y que cuando alguien hace simplemente lo que tiene que hacer, en Cancún debe ser digno de reconocimiento, de aplausos.
Entonces esto quiere decir que todo lo demás está mal hecho, o peor aún, que estamos tan acostumbrados a ello que debemos reconocer las nimiedades, lo normal, pues siempre hemos vivido en lo sucio, en lo chueco, en el agandalle.
Me niego a reconocer esta realidad.
Pero entonces por qué los grandes espectaculares, los spots de radio de un gobierno haciendo alarde de que no solicitó más créditos, que no endeudó al municipio. Esto no es más que la antítesis del trabajo, del esfuerzo.
Digo, esto estaría apenas bien, si este gobierno diera a conocer las obras realizadas, los servicios prestados, que todo estuviera bien, en orden, pero lamentablemente no es así, pues Cancún atraviesa hoy por la peor crisis de inseguridad y violencia en su historia.
Nunca como ahora se habían dado hechos violentos como ejecuciones y asaltos un día, y al otro también desde hace ya algunos meses.
No podemos acostumbrarnos a la mediocridad, a la caricia del perro. Ya basta de conformarnos con poquito, es hora de no pedir lo bueno, sino lo mejor, de exigir resultados y no lo contario, no aceptar el “yo no endeudé”… ni el “yo sí vendo litros de litro”.
Eso depende de nosotros.