Roberto Lemus / Grupo Cantón
El precio de venta por kilo de langosta entera viva ronda los 330 pesos, valor que apenas cubre el esfuerzo de la pesca artesanal
TULUM.– La captura de langosta en Tulum avanza con claroscuros.
A poco más de dos meses de que inició la temporada, la cooperativa Vigía Chico ha logrado sostener un volumen cercano a las 23 toneladas, cifra que refleja la capacidad de adaptación de los pescadores frente a un escenario adverso marcado por la invasión de sargazo, precios poco atractivos y la inestabilidad del mercado.
Jesús Pereira, encargado del área de producción, explicó que el arranque de julio fue alentador, pues el clima favoreció las primeras salidas al mar.
Sin embargo, la acumulación de sargazo en la costa ha impactado los ecosistemas marinos, provocando que ejemplares juveniles y adultos se desplacen a aguas más profundas, lo que limita las zonas de pesca disponibles.
“Aun con esa dificultad hemos tenido resultados positivos, pues hay presencia de langosta en diferentes etapas de crecimiento”, señaló.
En días de mayor rendimiento, los equipos llegaron a obtener hasta 2.5 toneladas en una jornada, mientras que actualmente el promedio diario se mantiene entre 1.3 y 1.5 toneladas, cifras que permiten sostener la operación y que superan los resultados de años anteriores, cuando el mal tiempo y la caída de los precios frenaron la producción.
El precio de venta por kilo de langosta entera viva ronda los 330 pesos, valor que apenas cubre el esfuerzo de la pesca artesanal.
Aun así, los pescadores confían en que se dé un repunte, ya que en Yucatán la producción se ha visto golpeada por fenómenos como la marea roja, lo que disminuye la oferta regional y abre mayores oportunidades de venta para Quintana Roo.
“Esa situación puede darnos un respiro y mejorar las condiciones de negociación”, comentó Pereira.
Además del aspecto económico, los socios de la cooperativa remarcan la importancia de reconocer el valor cultural y social de esta actividad.
En Tulum, la pesca se mantiene bajo métodos sustentables y con técnicas tradicionales que garantizan calidad, aunque no siempre se traducen en ingresos justos ni en la visibilidad que merece el producto local.
“Detrás de cada kilo de langosta hay un trabajo artesanal que sigue vivo, pero pocas veces es reconocido”, agregaron.
La temporada de langosta es hoy un reflejo de los desafíos de las comunidades pesqueras del Caribe: lidiar con la presión ambiental, las oscilaciones del mercado y la responsabilidad de sostener a las familias que dependen de esta actividad.
A pesar de ello, los pescadores de Tulum insisten en mantenerse en pie, convencidos de que la organización comunitaria y la pesca sustentable son la clave para resistir los tiempos inciertos.