LÁZARO CÁRDENAS.- Don jacinto May, ejidatario de Kantunilkín, se alegró al ver a todos los miembros de su familia reunirse desde las 6 de la mañana en su jacal (choza) para compartir una jícara de atole nuevo caliente y el tradicional “pibinal” (elote enterrado) de su “Jol Bes” (ofrenda de los primeros frutos) a los dioses por su benevolencia, pues en este ciclo productivo hubo cosecha, cuando menos para el autoconsumo.
En esta zona maya existen varias formas de ceremonias para el agradecimiento a las deidades que intervienen para que los propósitos se cumplan, como el “Jol bes” o Hol Che (bajar los primeros frutos) “Chah chak” (para pedir lluvias) además se incluye el “jedz mek” (ceremonia de iniciación de los niños y niñas) entre otros.
“Pásale ya te estaba esperando, gracias por venir, vente a tomar tu atole” nos dice en maya, al notar nuestra presencia, refrendando así su invitación, que una semana antes había hecho. Para la comunidad indígena es un desagravio rechazarles una invitación y en varias ocasiones nos quedó claro con los reclamos que luego hacen.
En los pueblos de la península de Yucatán, y en Kantunilkín no es la excepción donde en el monte se celebra una gran fiesta; en la milpa donde se siembra el maíz se reúnen todos los campesinos mayas para darle las gracias a los aluxes, porque ellos cuidaron que nadie les robe la cosecha; pues en su momento sacaron a pedradas a los extraños y espantaron a los pájaros para que no picaran la mazorca; en el ritual de la fiesta le ofrecen a los aluxes la primera gran cosecha del año.
Para esto, los ejidatarios forman montículos de piedras, y encima de albarradas ponen palanganas de elotes sancochados, asados y pibinales, y para beber les ofrecen jícaras de atole nuevo y así los campesinos Mayas le están muy agradecidos a los aluxes, porque cuidan sus maizales y así tener producción para las tortillas todo el año.
Algunos campesinos acostumbran realizar el mismo procedimiento ante la virgen de la Inmaculada de Concepción patrona de Kantunilkín. Otros para ganarse unos cuantos pesos salen a venderlo por las calles donde prácticamente se “van como pan caliente”.
En lo que respecta a don “Chinta” May, como es conocido, en esta ocasión su ofrenda es para Dios, en la que prácticamente para hacerle su primicia, tuvo que acudir dos días antes en su milpa acompañado de algunos familiares para el proceso de pedir permiso y poder cortar los elotes más grandes, tiernos y bien seleccionados.
Y así inició el cocimiento del pibinal cuyo su nombre hace referencia a su método de cocción que se lleva a cabo en el tradicional pib (agujero hecho en la tierra relleno de brazas hirviendo a manera de horno).
Debido a que son varios días de actividad, sin la ayuda de sus familiares, para don Jacinto esa labor sería imposible de realizar porque solo el corte de madera, recolección de piedras, leña y hiervas para tapar el horno que luego a cientos de grados de calor queman la piel a una distancia de un metro cuando se están colocando los elotes.
Una vez enterrado, sobre los montículos de tierra se coloca una cruz para reiterar que el procedimiento ha concluido y esperar hasta la mañana siguiente para desenterrarlo y con la ayuda del “Men” o sacerdote maya se realiza en la misma milpa un rezo en su lengua materna con el atole y el pibinal ya colocado en el “Kaan che” o altar rustico para entregárselo a Dios.
Al término de la ceremonia todo el producto se lleva a casa donde familiares y amigos esperan con ansias tener entre su manos el oloroso elote pibinal acompañado del atole dulce o salado, según sea la elección.
Los más atrevidos realizan una salsa de chile verde que luego le agregan a la jícara de atole salado y a beber se ha dicho. “¡Los que quieran más para aquí o para llevar a su casa que me digan hay mucho para compartir!” Dice don Jacinto May que este año logro una cosecha importante de su milpa.
Luis Méndez
GRUPO CANTÓN