CHETUMAL, Q.Roo.- “Es un hecho bien sabido que las mujeres no pueden leer. No es culpa suya, por supuesto. Al parecer, se les calienta demasiado el cerebro debido a la tensión, ¿sabes?”, explica uno de los personajes de “El éxodo de los gnomos”, una novela de fantasía escrita por Terry Pratchett.
Pero este tipo de planteamientos no sólo están en la imaginación de los escritores ni plasmados con ingenio e ironía en sus obras, sino que se ha llegado a creer firmemente en ellos.
De hecho, Pérez Sedeño y García Dauder hablan en su libro “Las mentiras científicas sobre las mujeres”, de la denominada teoría de la conservación de la energía, que propició la oposición a la educación de las mujeres, principalmente a la educación superior, ya que se consideraba que el esfuerzo que tendrían que dedicar a su instrucción les quitaría una energía necesaria para sus funciones menstruales y reproductivas.
“El acceso de las mujeres a la educación ha sido un camino difícil. Además, aquellas que han conseguido llegar a lo más alto y hacer, por ejemplo, importantes descubrimientos científicos, no siempre han visto sus logros reconocidos, incluso, en algunas ocasiones éstos han sido atribuidos a sus compañeros varones”, comentan las escritoras.
De hecho, cuando pensamos en mujeres que hayan hecho importantes contribuciones a la ciencia, se nos ocurren pocos nombres, más allá de Marie Curie o Hipatia de Alejandría.
Sin embargo, hay muchísimas más, como las españolas Margarita Comas, María Moliner, Mercedes Rodrigo Bellido o María de los Ángeles Alvariño; las cubanas Laura M. de Carvajal o Ángela T. Leiva Sánchez; las uruguayas Lisette Gorfinkiel o Mercedes Freire de Garbarino; las mexicanas Helia Bravo Hollis o María Elena Caso; las argentinas Noemí Violeta Cattoi o Eva Verbitsky Hunt; o las brasileñas Graziela Maciel Barroso o Marilia Chaves de Peixoto. (De la Redacción/Quintana Roo Hoy)