Una tarde por San Miguel de Allende, guiado por su anfitrión Enrique Fernández Martínez hijo de un gobernador de Guanajuato y ex dirigente de la CNOP, miguel de la madrid hurtado recorría algunas de las céntricas calles de la ciudad en donde, como burócrata joven, buscaba las delicias de los besos furtivo muy al estilo de los del Callejón de Beso.
El gran “padrino” de personajes siniestros como manuel bartlett y emilito gamboa, sonreía mientras algunas personas le descubrían y le pedían tomarse fotos con él como si fuera un atractivo turístico más aunque fuese casual. Nadie parecía recordar la tragedia que él llevó al máximo tras los sismos de 1985 ni la galopante inflación que rebasó todos los indiciadores anuales –con más de cien por ciento al año– ni la devaluación del peso estimada en 3 mil 100 por ciento durante una administración funesta sólo amable para los especuladores que ahora también olvidan su memoria.
Durante su sexenio, además, en situación de disparidad extrema, el gobierno mexicano se sumó al GATT –sistema internacional de aranceles–, como senda abonada para el posterior y asimétrico Tratado de Libre Comercio de Norteamérica mismo que nos convirtió en el traspatio de las potencias del norte. Y, por si fuera poco, durante su triste periodo se asesinaron a ochenta y cuatro periodistas y a más de trescientos luchadores sociales para lo cual contó con el “brazo duro” del asesino Bartlett.
Por cierto, una de sus veces más acertadas, el icono de Morena, cargando un infarto en su interior desde diciembre de 2013 –lo apunto porque ello hace más meritorio el ánimo con el que enfrenta el futuro incierto–, dio a llenar a los integrantes de la Cámara baja mencionando, sin nombrar a los recipiendarios del señalamiento, que cuatrocientos ochenta de sus miembros, de quinientos totales, tienen nexos no santos; ello debió haber dado lugar a las denuncias correspondientes porque no es posible generalizar a la ligera sobre una acusación tan grave.