CANCÚN, Q. Roo.- Trabajar bajo el sol, a contra reloj a fin de terminar antes de que el semáforo se ponga en verde y ser rechazado en incontables ocasiones, es parte de lo que viven día a día muchos jóvenes que se dedican a limpiar los parabrisas de los vehículos en diferentes cruceros de la ciudad.
Luego de preparar mi botella de agua con champú para autos, me puse a “trabajar” de limpia vidrios en el cruce de las avenidas Leona Vicario con Chac Mool alrededor de las 2 de la tarde, que es la hora en que muchos salen a comer y se forman largas filas de autos en este cruzamiento.
El inicio fue difícil, debido a que el rechazo de los automovilistas se prolongó hasta 15 minutos, sólo veían que me acercaba a sus automóviles con mi “botellita” y de inmediato me hacían la señal con la mano de que no les echara agua a sus parabrisas.
Pese a esto, mi insistencia dio resultado, ya que algunos me daban “chance” de limpiar sus vidrios y tenía que apresurarme, porque son apenas dos minutos que tardaba en ponerse el semáforo en verde.
Los que más rechazaban eran taxistas quienes me decían “acaba de salir del lavadero”, “para la próxima amigo”, “no, no, no, lo vas a ensuciar más” y los particulares que tenían vehículos de modelos recientes, que ni siquiera se dignaban a voltear a verme, sino que sólo me decían que no con la mano.
Curiosamente, los que más me permitieron limpiar los cristales fueron conductores con vehículos de más de 10 años de antigüedad y que me apoyaron con algunas monedas por esta labor.
Dar por ayudar
Entre los pocos que me permitieron limpiar sus cristales hubo un joven, con pelo tipo afro, barba sólo abajo del mentón y que vestía con una playera sport que dejaba ver los tatuajes que tenía en los brazos, que conducía un vehículo marca Tsuru, que se encontraba medio destartalado, acompañado de su esposa e hijo.
Éste al principio me dijo que no le limpiara el cristal, pero después que me senté en la orilla de la banqueta, de repente me habló, estiró los brazos y me dio una moneda de cinco pesos, acción que demuestra que las personas que quizá menos tienen son las que ayudan más.
La buena acción de esta persona me dio suerte, ya que limpiaba parabrisas en forma más seguida y las personas me daban cinco pesos, e incluso, uno me dio una moneda de 10 pesos.
Del otro lado de la esquina de donde me encontraba, había otros muchachos que también se dedican a limpiar cristales, al inicio cuando comencé a trabajar se mostraron un poco recelosos, hasta cambiaron de zona para poder acercarse y saber cómo me iba, pero decidieron mantenerse alejados y seguir con su labor.
Luego de casi cinco horas de estar bajo el intenso sol, decidimos dejar de hacer este oficio (que nos dejó una ganancia de 50 pesos) que es uno de los más difíciles que hay, por la mala impresión que tienen los conductores de estos jóvenes y que al final, lo hacen por necesidad y ayudar a mantener a sus familias.
(Renán Moguel / QUINTANA ROO HOY)