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noviembre 28, 2024

Mundo

Rescatan a más de 200 serpientes en pleno centro de Buenos Aires

Aquel que conoce Buenos Aires sabe que el Once, un barrio así conocido -aunque no oficialmente, es un submundo del comercio, una suerte de mercado persa que funciona en misteriosos edificios con oscuros departamentos. Lo que pocos sabían es que allí, además de electrónica china y ropa barata, también podían conseguirse excéntricasserpientes. La unidad de Delitos Ambientales de la policía de Argentina allanó un domicilio donde se encontraron 219 serpientes destinadas a la comercialización. Pitones bola, boas esmeralda -especies muy atractivas por sus contrastes de colores intensos- y 19 huevos, entre otras genéticas, fueron secuestrados y trasladados a un serpentario para evaluar su estado general.

“No conocemos de dónde provienen los ejemplares”, indicó el ministro de Ambiente de Argentina, Sergio Bergman. “Estas especies deben estar en su hábitat natural; no deben ser comercializadas”, aseguró. El cargo informó que una persona fue demorada e imputada por el hecho y analizó que “las redes de tráfico son polivalentes, aunque este tipo de delitos es excarcelable en Argentina. Sabemos que las iban a comercializar, pero no sabemos con qué fines”. Este individuo se encargaba de hacer cruzas con una selección genética que podía llegar a valer en el mercado unos 20.000 pesos por unidad (cerca de 1.000 dólares).

El valor del lote encontrado en el piso de apenas dos ambientes oscila entre los 400.000 y 500.000 pesos (unos 22.000 dólares). Los animales estaban encerrados en cajas con pequeños agujeros y rellenas con aserrín. Entre ellas había dos boas esmeralda, una raza no venenosa que puede alcanzar hasta los dos metros de longitud, tiene el lomo de color verde con manchas blancas y el vientre amarillo. Se la puede encontrar en las selvas tropicales de América del Sur y en el mercado negro se las puede pagar entre 1.200 y 1.500 dólares.

Las pitones bola son originarias de Africa, alcanzan una longitud de un metro y son animales casi inofensivos, al punto que deben su nombre al hecho de que cuando se sienten amenazadas, se enroscan en su propio cuerpo. En Argentina se consiguen por un precio que, según el tamaño, van de 1.500 a 6.000 pesos (hasta 300 dólares). Sin embargo, en este caso, los ofidios habrían sido importadas de criaderos ubicados en Estados Unidos.

El tráfico de animales es un delito muy difícil de resolver en Argentina y el reclamo por una ley que proteja a la flora y la fauna es una de las pocas cosas en las que coinciden el gobierno y las ONG’s destinadas a tal fin. Así, la ausencia de penas duras para los delitos ambientales facilitan este tipo de prácticas, dado que aquellos que incurren en el tráfico de animales quedan liberados con sólo pagar una fianza. De acuerdo con estimaciones de la Dirección de Fauna Silvestre, nueve de cada 10 animales capturados mueren antes de llegar a ser comercializados y entre aquellos animales que sí llegan a comercializarse, sólo 10 de cada 100 se recuperan, y únicamente el 5% logra regresar a su hábitat.

Un pingüino en el puerto

Un pingüino que se encontraba en el Puerto de Dock Sud, a cinco minutos del centro de Buenos Aires, también fue rescatado por la policía tras una denuncia de la Prefectura Naval, en una jornada donde las temperaturas oscilaron los 30 grados. Se trata de un ejemplar de la familia de los penacho amarillo que se encuentra en buen estado de salud y fue trasladado al Ecoparque porteño, donde es asistido antes de la reinserción en su hábitat.

“A partir de un llamado desde Prefectura, dando aviso de la existencia de un pingüino en la zona de Dock Sud, se procedió a evaluar el caso y se tomó la decisión de trasladarlo al Ecoparque para poder evaluar su estado sanitario general y analizar, junto a los especialistas, el mejor destino final para el ejemplar, buscando siempre asegurar el bienestar del animal y haciendo todo lo posible para que el mismo pueda ser liberado en su ambiente natural, en buenas condiciones y lo más pronto posible”, aseveró Bergman.

FUENTE/EL PAÍS

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