El papa Francisco creó hoy cardenales al mexicano Sergio Obeso Rivera, al boliviano Toribio Ticona Porco y al peruano Pedro Ricardo Barreto Jimeno, a quienes impuso el capelo y anillo cardenalicio, en una ceremonia en la basílica de San Pedro en el Vaticano.
De los tres nuevos cardenales latinoamericanos, solo Barreto formaría parte de un posible cónclave para elegir a un nuevo pontífice, ya que los purpurados mexicano y boliviano han superado los 80 años.
Francisco creó hoy a 14 nuevos cardenales, que siguen la línea de dar “universalidad” al colegio cardenalicio como pretende Francisco, que estará formado por 226 purpurados, 125 electores, de estos 5 de Centroamérica y 13 de Suramérica.
El arzobispo de Huancayo, Pedro Ricardo Barreto Jimeno, de 74 años, es un gran defensor de la Amazonía y del pueblo indígena, mientras que al obispo emérito de Xalapa Obeso Rivera y al emérito de Corocoro Ticona Porco, el papa premió el haberse “distinguido por su servicio a la Iglesia”.
El papa en la homilía recordó a los nuevos cardenales que “la máxima condecoración” y la “mayor promoción” que pueden obtener es “servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado,en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado…”
Les instó también a que nunca miren “a los demás por encima del hombro” y que solo es “lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuando la ayudamos a levantarse”.
También han ingresado en el colegio cardenalicio, los españoles Luis Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y al misionero claretiano Aquilino Bocos Merino.
Tras la homilía, el papa leyó la fórmula de creación de los nuevos purpurados y siguió después la profesión de Fe y el juramento de los cardenales leída en nombre de todos el patriarca caldeo, Louis Raphaël I Sako.
De rodillas ante el papa, recibieron el birrete que el papa les recordó que es “rojo como signo de la dignidad del oficio de cardenal, y significa que estás preparado para actuar con fortaleza, hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana…”.
Y el anillo “signo de esa dignidad, de solicitud pastoral y de más sólida unión con la Sede del Apóstol San Pedro”.
El papa intercambió después el beso de la paz con los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio y les asignó una diaconía, una parroquia romana, con la que están vinculados al clero de Roma.