CIUDAD DE MÉXICO.- Las estrellas de mar son, desde hace siglos, un símbolo de buena suerte y romanticismo, un regalo del dios Poseidón a un desesperado pescador de Creta para el que hizo caer los astros del firmamento en su periplo por conquistar a su amada.
Lo que el señor de los mares olvidó mencionar es, quizás, una de las características más llamativas de estos equinodermos multicolor: que son carnívoros y que la proliferación de uno de ellos amenazaría a una de las estampas marinas más hermosas como son los arrecifes de coral.
Esta voraz estrella es la corona de espinas o acantáster púrpura (Acanthaster planci), uno de los pocos animales que pueden comer corales, en los que, de hecho, basa su dieta.
DAÑOS AL CORAL SOLO SUPERADO POR TIFONES
Corría 1957 cuando se informó por primera vez de la presencia de esta estrella de mar en las costas de la localidad nipona de Onna, en la isla meridional de Okinawa (Japón), donde esta depredadora de corales se conoce localmente como “onihitode”, la estrella de mar demonio.
Nativas de la región Indo-Pacífico, la especie está experimentado un “boom” que congrega, desde cientos de miles, a millones de ejemplares, con densidades de población de 150.000 por kilómetro cuadrado, una proliferación que amenaza seriamente la pervivencia de los corales.
“Normalmente los arrecifes sólo tienen un puñado de estrellas”, explica a Efe Ken Baughman, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa, quien agrega: “pero en las últimas décadas se han triplicado sin control y su apetito voraz está teniendo un impacto medioambiental importante”.
Un ejemplar consume hasta 10 metros cuadrados de carne de coral al año, y la especie es responsable de entre el 37 % y el 99 % de la disminución de la cubierta de coral vivo del planeta.
Sólo en la Gran Barrera australiana, la “acantáster púrpura” es la culpable de la muerte de más del 40% de sus arrecifes, sólo superado por los destructivos tifones, según un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
En Okinawa, donde se sitúa el mayor arrecife coralino de Japón y uno de los más antiguos y de mayor extensión del hemisferio norte, la superpoblación de esta estrella es su mayor quebradero de cabeza, junto al blanqueo de corales por la subida de la temperatura del mar, lo que acabó con más del 70% del arrecife en 2016.
En su afán por encontrar formas de controlar este problema, el equipo de Baughman desde Japón e investigadores australianos de la Universidad de Queensland, decidieron acudir a la fuente del enigma.
“¡Le preguntamos a las estrellas!”, dice Baughman, autor de un reciente estudio que por primera vez ha secuenciado completamente el genoma de esta imponente especie marina.
Es algo así “como un manual de instrucciones de cómo construir una estrella de mar, con el que podemos entender mejor su biología y, en consecuencia, su comportamiento”, explica el investigador. (Agencias/Quintana Roo Hoy)