Agencias
CIUDAD DE MÉXICO
El geógrafo británico Jim Alen escribió en 1998 que había encontrado la Atlántida cuando se topó con esa enorme masa de agua en Los Andes bolivianos, a casi 3 mil 700 metros de altura. La vasta planicie encerrada por montañas ricas en minerales con un lago similar a un mar interior coincidía con la mítica isla que describe Platón.
Ese lago llamado Poopó, que fuera el segundo más grande de Bolivia después del Titicaca, hoy está casi seco y se va transformando en desierto por el fenómeno climático conocido como El Niño, la mano del hombre y el calentamiento global, dicen expertos y autoridades.
Recuperar el lago, al parecer, no va a ser posible. “Es una fotografía del futuro del cambio climático”, lamentó el glaciólogo Dirk Hoffmann.
Del cuerpo de aguas poco profundas que alguna vez llegó a 2 mil 337 kilómetros cuadrados de extensión, sólo queda pequeños humedales y charcos. Unas pocas gaviotas atrapadas se pelean la poca comida bajo un sol de plomo.
Una tierra yerma y salitrosa quedó del espejo azul. Los pescadores también se han marchado y abandonaron sus botes, que van siendo cubiertos por la tierra. Los zapatos se hunden en la tierra fofa de la que emanan vapores que al diluirse bajo el ardiente sol dejan ver espejismos de agua azul en el horizonte. Los únicos seres vivos son unos escarabajos que se alimentan de aves muertas. A kilómetros de acá, en lo que fue la ribera, pastan alpacas, llamas, ovejas y ñandús salvajes.
El viento barre y orada las paredes de abobe de unos pocos domos abandonados que fue hogar de los urus, uno de los pueblos más antiguos del continente que se autodenominan “hombres de agua”. También han migrado. “El lago no se ha secado de la noche a la mañana. Ahora la gente está vendiendo sus ovejas, que era su único capital, y se han marchado a las ciudades. Por la sequía no hay pasto para alimentar al ganado”, dice Martín Colque, alcalde del pequeño poblado de Toledo en el occidente a 210 kilómetros al sur de La Paz, uno de los municipios más pobres del país. Los meteorólogos anticipan que el fenómeno El Niño será más severo este año. Los lugareños dicen que no fueron escuchados por las autoridades cuando alertaban del retroceso del lago. “Se pudo hacer algo para prevenir el desastre. Empresas mineras desviaron las aguas desde 1982 y eso ha ido mermando el caudal, que también se redujo por la sequía”, dice Ángel Flores, dirigente de la zona.