CIUDAD DE MÉXICO.- Rafael Caro Quintero ha vuelto a ser noticia por su recaptura en México, pero el narcotraficante también había acaparado títulos en medios del mundo cuando fue detenido en Alajuela, Costa Rica, el Jueves Santo de 1985.
“El Narco de narcos”, de 69 años, vivió una vida de lujos durante tres semanas en suelo tico luego de su llegada el 17 de marzo de 1985 en vuelo privado desde México al mando del piloto costarricense Werner Lotz Artavia. El viaje de siete horas le habría costado 10 mil dólares de la época. La nave Aero Commander 840, un turbohélice con matrícula TI-AQM, era pilotada, aparte de Lotz, por Víctor Hugo Miranda, y en ella venían Caro y seis acompañantes.
Ellos eran José Albino Bazán, Sara Cosío Vidaurri, Violeta Estrada, Miguel Ángel Suárez, José Luis Beltrán y Juan Carlos Camperos.
Sara Cosío, con 17 años, era, según informes de la prensa, el punto débil del entonces jefe del Cartel de Guadalajara, con 32 años de edad. (De ella, quien era su “novia” desde noviembre de 1984, puede ver detalles unos párrafos abajo).
Todos salieron de México desde una pista clandestina en Mazatlán, Sinaloa, sin realizar trámites migratorios y lograron aterrizar en el aeropuerto internacional Juan Santamaría de ese domingo, a las 4:45 p.m.
La nave se colocó cerca de la terminal y Lotz “se retiró unos minutos, regresó posteriormente y trasladó el avión, con ellos a bordo, a un lugar más alejado, descendiendo sus ocupantes sin haber pasado por las oficinas donde se revisan los documentos”, dice la versión que dieron los seis acompañantes del “Narco de narcos” a los procuradores mexicanos que investigaron el caso.
Para el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), hubo irregularidades, pues el controlador de rampa sabía del ingreso de la aeronave, pero, al parecer, nunca lo comunicó a los funcionarios de Aduanas para que la inspeccionaran.
“Posteriormente, abordaron, tanto él como el resto de los pasajeros, un automóvil Mercedes Benz, que al parecer es propiedad del piloto, y en ese vehículo guiado por su propietario se trasladaron a la quinta (La California)”, agregó el informe de los procuradores mexicanos.
Quinta La California era una lujosa casa, previamente adquirida por colaboradores del narcotraficante, ubicada a tres kilómetros al sur del Juan Santamaría. Tenía un área de 7 mil 757 metros cuadrados y contaba con piscina. La prensa mexicana informó que la investigación demostró que el narco pagó 800 mil dólares de la época por esa mansión. El mismo día que se detuvo a Caro, el 4 de abril de 1985, la propiedad fue invadida por precaristas.
En los pocos días que Caro Quintero vivió en Costa Rica, optó por darse una vida de lujo, con amplio despliegue de gastos en fiestas, para lo cual alquilaba discotecas de las más renombradas. Se hacía acompañar de sus secuaces más cercanos, así como de la “secuestrada” Sara Cosío, que había venido con él en el avión.
Así pasó sus días aquí, según el informe de la primera Comisión de Narcotráfico de la Asamblea Legislativa, rendido en julio de 1987.
Caro Quintero llegó a tener aquí durante su corta estancia cuatro propiedades valoradas en aquel tiempo en 1.9 millones de dólares: en San José de la Montaña, Bello Horizonte de Escazú, Vázquez de Coronado y en el lugar donde fue capturado.
En lo decomisado en la casa en Alajuela se encontraron un arma de fuego, 300 mil dólares en efectivo, joyas por valor de un millón de dólares y dos vehículos de lujo.
En medio de esa vida de lujos, había cadenas y anillos de oro, medallones con incrustaciones de brillantes, pendientes, gargantillas, pulseras en oro de 14 y 18 quilates, relojes Rolex en oro de 18 quilates, brazaletes forrados en brillantes y hebillas de oro.
La tercera parte de las 32 joyas volvieron a México en el año 2001.
Un arquitecto mexicano compró 11 de las alhajas en 150 mil dólares a la Fundación Agustinos Recoletos de la Ciudad de los Niños, de Cartago, que las recibió tras una donación del gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier.
Otras 12 joyas fueron adquiridas en San José por una familia tica, dueña de una empresa distribuidora de materiales de construcción, que pagó el equivalente a 38 mil dólares.
“Aquello era algo impresionante. Recuerdo un arma con la cacha de oro y con incrustaciones de diamantes. También había una hebilla con brillantes”, contó un agente policial en ese momento a este diario.
Las autoridades mexicanas intervinieron los teléfonos de la familia de Sara en Guadalajara para poder rastrear cualquier llamada que recibiera por parte del capo y que pudiera dar con su ubicación.
Una llamada el 2 de abril para calmar a su mamá e informarle que estaba a salvo le costó a Sara el fin del viaje a Costa Rica. Al día siguiente, México alertó a la Policía de Costa Rica y, en poco tiempo, los agentes averiguaron la ubicación de la joven, y en cuestión de horas se alistó el allanamiento en la mansión. Eso ocurrió el 4 de abril, al amanecer.
A las 5 a. m. los oficiales hicieron dos sobrevuelos en avioneta sobre la propiedad para planear la irrupción. Ninguno de los guardianes sospechó nada porque el paso de aviones en la zona es cosa común. Y así, a las 5:45 a. m., la Policía allanó la casa y detuvo al capo.
La Nación luego publicaría lo siguiente: “Caro Quintero y su novia Sara Cosío estaban en una cama casi sin ropa. Cuando vieron su habitación llena de hombres con trajes de fatiga, pasamontañas y rifles de asalto, pensaron que era un robo. Estaban asustados, no sabían qué pasaba, hasta que un agente del OIJ leyó la resolución del juez, Jorge Meza, quien permitió el allanamiento por un supuesto secuestro. Los policías le pidieron a la pareja vestirse. Caro Quintero nunca dijo una palabra, aunque mostró asombro, relató un exagente del OIJ que participó en el allanamiento. ‘Yo no estoy secuestrada. Yo estoy enamorada de Caro Quintero’, manifestó Cosío en su declaración a la policía.
Al día siguiente, Viernes Santo de 1985, un avión del gobierno mexicano despegó con el “Narco de narcos” hacia México.