Prevén reagruparse en la capital mexicana, donde buscarían atención médica y descanso mientras esperan a los rezagados. La caravana ha encontrado fuerza en su tamaño mientras se dirige al norte: atrae la atención, por lo que los residentes de los poblados salen para ofrecerles alimentos, agua, ropa limpia y zapatos de repuesto.
Aunque la mayor parte de la caravana llegó el domingo a la ciudad colonial de Córdoba en la franja azucarera de Veracruz, donde fue recibida con música y bailes caribeños, algunos migrantes de aspecto agotado siguieron adelante hacia la Ciudad de México. Allí arribaron a un gran estadio al aire libre, recostándose en las gradas y viendo a los mexicanos jugar futbol.
Empleados de la ciudad ofrecieron comida caliente en platos desechables a los migrantes, algunos de los cuales se habían subido a camiones de carga para acelerar su llegada a la capital.
Más atrás, otros migrantes que se adelantaron a la caravana principal descansaron en una iglesia en Puebla, una ciudad ubicada aproximadamente a la mitad del camino entre Córdoba y la Ciudad de México.
No está claro a qué parte de la frontera de Estados Unidos se dirigirá la caravana, ni cuántos lo harán por sí solos.
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La mayoría de los migrantes siguen convencidos de que viajar en un grupo grande es su mejor esperanza de llegar a territorio estadounidense. Los migrantes suelen decir que huyen de la pobreza, la violencia de las pandillas y la inestabilidad política en Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
“Creemos que es mejor seguir juntos con la caravana. Nos vamos a quedar con ella y respetaremos a los organizadores”, dijo Luis Euseda, un hondureño de 32 años de Tegucigalpa que viaja con su esposa, Jessica Fugón. “Otros siguieron adelante; tal vez no tienen una meta, pero nosotros sí tenemos una meta y es la de llegar”.
Manuel Calderón, de 43 años, un migrante de El Salvador, se levantó la camisa para mostrar las cicatrices de dos balas que dijo le perforaron el torso en su país. Sueña con volver a Estados Unidos, de donde fue deportado hace poco más de dos años.
En el camino hacia Córdoba, Calderón fue uno de los que recibieron ayuda de los mexicanos. Catalina Muñoz dijo que compró tortillas a crédito para hacer tacos de frijoles, queso y arroz cuando se enteró que la caravana migrante pasaría por su pequeño pueblo de 3.000 habitantes. Reunió a otras 15 personas para hacer los tacos, llenar botellas de agua y llevar fruta a los agotados viajantes a pie de la carretera.
México se enfrenta a la situación sin precedentes de tener a tres caravanas migrantes en un tramo de 500 kilómetros (300 millas) de carretera entre los estados de Chiapas, Oaxaca y Veracruz. El grupo más grande fue el primero en ingresar a México, y le siguió otro grupo de unas 1.000 personas que cruzó desde Guatemala la semana pasada, y un tercero de aproximadamente el mismo tamaño que el viernes vadeó el río Suchiate en la frontera.
La Secretaría de Gobernación calculó el fin de semana que en total hay más de 5.000 migrantes actualmente en el sur de México que se mueven en caravanas o en grupos más pequeños. Indicó que en las últimas semanas 2.793 migrantes han solicitado refugio en el sur de la nación y unos 500 han pedido asistencia para regresar a sus países de origen.
El presidente estadounidense Donald Trump ha ordenado el despliegue de tropas en la frontera con México en respuesta a las caravanas, con más de 7.000 tropas en servicio activo que recibieron indicaciones de apostarse en Texas, Arizona y California. El mandatario tiene pensado firmar un decreto la próxima semana que podría derivar en la detención a gran escala de los migrantes que crucen la frontera sur y prohibir que solicite asilo todo aquel que ingrese ilegalmente al país.
Fuente/debate
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