CIUDAD DE MÉXICO.
La celebración por el 12 de diciembre congrega a peregrinos de todo el país e incluso del extranjero, quienes llegan caminando, en bicicleta, vehículo e incluso en silla de ruedas hasta la Basílica para felicitar a la “Morenita”, como ellos cariñosamente llaman a la Virgen de Guadalupe, así como para dar gracias por los favores recibidos y a la vez para pedir por un próspero 2020.
En las inmediaciones de la Basílica, que fue construida con el diseño de una tienda de campaña para recordar el peregrinar del pueblo de Dios, resaltan los puestos de ventas de imágenes religiosas, de comida, veladoras y otros recuerdos en honor a la Guadalupana.
Sobre las calzadas de Guadalupe y Misterios, así como en las colonias aledañas al recinto mariano, la seguridad se reforzó esta semana para cuidar a los peregrinos, y mediante el Operativo Basílica 2019 se desplegó a más de 17 mil servidores públicos y tres mil policías para atender y apoyar a los más de 10 millones de visitantes.
En este operativo participan 10 mil servidores públicos del gobierno central, siete mil de la alcaldía Gustavo A. Madero y cinco mil 100 elementos policiacos, de los cuales tres mil 100 serán para cuidar a los peregrinos que acuden a la Basílica y dos mil a los distintos templos capitalinos.
Además, cuentan con el apoyo de unos 50 elementos de la Guardia Nacional, un helicóptero Cóndor de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), 220 patrullas, 20 motopatrullas y ambulancias del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM).
LA APARICIÓN EN EL CERRO DEL TEPEYAC
Según cuenta la vieja tradición, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, la virgen María se le apareció cuatro veces al indio de Cuautitlán: Juan Diego.
Cuando ocurre tal suceso, éste “se muestra sorprendido al principio al escuchar cantos de aves preciosas a las que el monte parece responder”, resume Miguel León-Portilla en su libro Tonantzin Guadalupe (El Colegio Nacional / Fondo de Cultura Económica, 2000). Oye luego que alguien lo llama. Pronto se da cuenta de que es una noble señora, a la que se acerca y contempla. Ella le dice que es la madre del Dador de la Vida, Ipalnemohuani, Dueño del Cerca y del Junto, Tloque Nahuaque. En seguida le encarga obtenga del obispo de México, fray Juan de Zumárraga, se le edifique un templo en el llano, al pie del cerro. El indio se sorprende hondamente”.
El relato, aunque ampliamente conocido, no deja de maravillar por el misticismo con que se ha impregnado el mito. León-Portilla (Ciudad de México, 22 de febrero de 1926 / 1 de octubre de 2019), en forma sumaria, precisa su contenido.
Piensa Juan Diego “que tal vez se halla en la Tierra Florida, Xochitlalpan, en la Tierra de nuestro sustento, Tonacatlalpan, de la que hablaban los ancianos. Luego acude al obispo en dos ocasiones, pero no logra persuadirlo de la misión que le ha confiado la que ya sabe es la virgen María. Lo más que obtiene del obispo es la petición de que esa señora, para él no conocida, le haga llegar alguna señal que pueda convencerlo. La señal serán las flores preciosas que la virgen le ordena corte en la cumbre del Tepeyac, donde sólo se daban abrojos, nopales y mezquites. Juan Diego las recoge y las coloca en el hueco de su tilma o capa y las lleva ante la presencia del obispo. Extiende entonces su tilma y contempla cómo las flores se esparcen. El relato concluye diciendo que en ese momento quedó pintada en la tilma del indio la imagen de la virgen ante los ojos asombrados del obispo y de cuantos estaban con él”.
En su detallado estudio, León-Portilla dice que “son numerosos los guadalupanistas y los antiaparicionistas que han dedicado mucha tinta y a veces sutiles elucubraciones a esclarecer el origen de este relato”.
LOS SÍMBOLOS EN EL MANTO DE JUAN DIEGO
La virgen de Guadalupe tiene su antecedente mucho antes de la época de la Conquista; ya se hacía mención de ella en diversos códices prehispánicos, pero con el nombre de Ometeotl, el Dios de la Dualidad, comentó el escritor Carlos Eduardo Díaz a Notimex en diciembre de 2017.
El autor del libro “Nuestra madre eterna, la luz que guía América. La historia de la Virgen de Guadalupe y sus apariciones en el Tepeyac”, rechazó que la “Morenita del Tepeyac” sea una invención de los españoles en la época de la Colonia.
Pensar que es un invento de los españoles, acotó, es algo que se propone aclarar, y eso es falso; “si vamos quitando elementos, como de las imágenes y narraciones, podemos ver que son referencias que se pueden encontrar en los códices antiguos, en las tradiciones, cantares, en los escritos que vienen de la época de la fundación de Teotihuacán.
“Todo esto se desentraña a través de Huitzilopochtli, Coatlicue, el Quinto Sol, la Nueva Era y otras cuestiones. En el ´Nican Mopohua´ (documento histórico sobre la figura católica), la virgen pedía un templo; en la época prehispánica, y cuando los mexicas se asentaron, lo primero que pidió Huitzilopochtli fue un templo.
“Entonces no es casual que lo primero que pidas es un templo concebido con ojos católico-cristianos, sino fundacional y construir alrededor de él”, dijo el también investigador de temas históricos y periodista.
Subrayó que si bien la Virgen de Guadalupe no existía en los pueblos originarios como se le conoce hoy, “sus elementos datan de muchos años atrás, de tal manera que si uno va desentrañando la imagen podemos encontrar cuestiones que podemos ver en la ciudad de Teotihuacán.
“Si nos remitimos al panteón mexica, tenían muchas deidades, el fuego, la lluvia, el Sol, etcétera, pero no era un pueblo politeísta, sino que creía en un solo dios: Ometéotl, Dios de la Dualidad, una fuerza creadora de la que emanaba todo.
“Este dios es justo el nombre que la Virgen de Guadalupe da a Juan Diego en el ´Nican Mopohua´. Este dios se aparecía en escritos como en la poesía de Nezahualcóyotl, con otro nombre diferente, porque justamente consideraban que era tan grande que habría que darle diferentes nombres para tratar de hacerlo visible al pueblo mexica”, dijo Díaz.
“Entonces, ellos (los mexicas) se dieron cuenta de que la realidad estaba compuesta con elementos contrarios, que por lo general se contraponen y unidos crean una unidad: el predicar la noche y el día, el hombre y la mujer, la tristeza y felicidad.
“Elementos contrarios que al unirse crean un balance y el balance de toda creación era justo Ometeotl, del que se habla en el Nican Mopohua, cuando la virgen dice que ella es la madre de Jesucristo, ´soy la madre de Ipalnemohuani´: el que viviendo crea la vida”, detalló.
No obstante, el autor del volumen mencionado aclaró que la Virgen toma forma como tal durante las apariciones al indio Juan Diego en el Tepeyac.
“Si los españoles llegaron a un territorio sin ser invitados y se dedicaron a apoderárselo, tendría cierta lógica que fue una imposición; sin embargo, si vemos históricamente, que nos encontramos la imagen y narración como tal, tiene un 98 por ciento de indígena y un dos por ciento de español o cristiano”, indicó.
En su texto, publicado por editorial Diana, Carlos Eduardo Díaz comparte narraciones y anécdotas del misterio guadalupano acerca del amor incondicional y la compasión hacia todo aquel que lo necesita.
Señaló que en su obra establece que la virgen del Tepeyac “es, tal vez junto con la Bandera Nacional, el símbolo que logra congregar en torno suyo a más mexicanos al mismo tiempo. Esto se debe a la devoción que el pueblo mexicano siente por ella”.
Sin embargo, agregó, su imagen posee un significado más amplio, puesto que se trata de un códice, es un documento que puede ser leído y al interpretarlo, brinda un mensaje muy específico, principalmente a los mexicanos.
Para entenderlo, el autor puntualizó que es necesario hacer uso de la historia y remontarse hasta la construcción de la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, a leyendas mexicas, a la conquista española e incluso a las enseñanzas que eran atribuidas a Quetzalcóatl.