La pregunta de hoy… ¿Podemos cambiar?
Muchas veces hemos conversado con diferentes personas que te dan una muy distinta versión de sí mismos: “No lo hice por dinero”; “Ella tuvo la culpa de que la engañara”; “Él es un estúpido que merece ser tratado mal por mí”; “No tomo mucho”; “No sé por qué salió mal esto, si yo hice todo bien”; “Me esforcé al máximo”; “Si esto ha resultado mal una y otra y otra vez, no es por mi culpa”… y así podríamos seguir haciendo un retrato de nosotros mismos y esos errores ciegos, que nos conducen a dar de cabeza contra los muros de la estultez, también, interminablemente.
En el fondo, ¿de verdad ignoramos que hacemos las cosas mal? ¿Es acaso solo un decidido sentido de ciega lealtad a ese lado oscuro de nuestra forma de ser?
Todos hemos visto a ciertas personas nadando en un mar de lágrimas (o en un desierto de angustia), donde arrojan su axioma eterno: “Yo no tengo la culpa de lo que me pasa”; “Yo no le hice esto”, “No sé por qué se porta así conmigo, si yo no le he hecho nada”. Y sí, en ciertos casos puede ser verdad, pero algunos -alucinados en su propia obstinación- siguen y seguirán sosteniendo este aforismo que al final determinará el fracaso de sus vidas… o parte de ellas; al menos esos aspectos ya necrosados, cuando bien pudieron salvarse, si solo se hubiera tenido la humildad de asumir un valiente y sincero: “Me equivoqué. Debo rectificar. Debo ser mejor. Yo y solo yo soy responsable”.
¿Qué hacer?
Y bueno, seguro la mayoría leeremos esto y diremos: “¡Lo bueno es que yo no soy así!”; pero, primero debemos analizarnos… a fondo. La superación personal comienza con el conocimiento de nosotros mismos. Recuerda que todos tenemos un retrato que está reflejando nuestro verdadero rostro… como Dorian Grey.