Hay muchas personas que no soportan cómo el de al lado come o mastica, por ejemplo. No toleran determinados sonidos cotidianos que no tendrían por qué crujirles hasta tal punto que puede generarles una situación de malestar y ansiedad fuera de lo común. Puede tratarse de un trastorno psicológico aislado, aunque, en opinión del vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, el doctor Celso Arango, suele tratarse de un síntoma de algún trastorno más complicado.
“Hay que distinguir la misofonía como síndrome aislado, algo ínfimo, con la incapacidad de tolerar estímulos cotidianos o irrelevantes. A lo largo de toda mi carrera he visto pacientes que tienen esto como síntoma, y no como algo aislado, que, aunque es raro, podría darse”, sostiene, incidiendo en que suele ser un síntoma que presentan los pacientes psicóticos, esquizofrénicos, las personas con autismo o con un trastorno obsesivo compulsivo.
En el caso de los pacientes con autismo, dice que les bombardea cualquier estímulo sensorial y no pueden, oír los sonidos de un altavoz, o hay sonidos particulares, como los graves, que tampoco pueden con ellos.
“Las personas por regla general estamos rodeados de estímulos y somos capaces de inhibirlos sin darnos cuenta. Hay personas que son más sensibles a todos estos estímulos y no son capaces de defenderse de ellos, y cuando les llega un sonido o una visión particular lo pasan muy mal”, subraya el también jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
No obstante, precisa que hay una serie de sonidos que generan una mayor disconformidad en el paciente que en otros.
“Todo depende de la sobreestimulación, es muy variable, pero generalmente todo aquello relacionado con lugares con mucho ruido, con personas que gritan mucho. Todo depende. Hay personas a las que les angustia más un sonido que otro”, insiste.
¿CÓMO SE DESARROLLA LA ENFERMEDAD?
Sobre el desarrollo de esta enfermedad, Arango indica que puede deberse a un caso de estrés postraumático, aunque la mayor parte no están relacionados con traumas previos.
“Tienen que ver con ciertos registros que el cerebro no es capaz de filtrar, y con la incapacidad de inhibir esos estímulos y de poner freno. Si a ti te ponen 20 tareas y te llama en 5 minutos varios jefes, y los 20 te piden algo, habrá que saber priorizar. Lo mismo pasará con 20 sonidos. Habrá que ser capaz de discriminar y eso sobrepasa. También hay mucho componente obsesivo, como por ejemplo hay personas incapaces de soportar el ruido de la deglución, la uña contra la pizarra, o sonidos estridentes”, agrega.
Por ello, el doctor Arango resalta que, como forma aislada, apenas hay porcentajes que registran la misofonía, si bien ésta tiene lugar como un síntoma más en un 50% de las personas con autismo (una afectación que padece un 1% de la población), así como en los psicóticos (enfermedad que padece un 3% de la población).
En cuanto a quiénes pueden tener mayor predisposición a desarrollar misofonía, Arango lo tiene claro: todas aquellas personas con las patologías relacionadas con la obsesividad, con la psicosis, o con la rigidez. Finalmente, sobre el tratamiento de esta patología, el vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría apunta al propio tratamiento de la patología de base.
“Si a uno le produce mucha molestia el escuchar cómo se rompe una tiza o cómo es el aleteo del pájaro no debe exponerse, pero tampoco hay que otorgarle mayor consideración. Pueden molestarnos cosas, sonidos, como es normal. Lo preocupante sucede si nos irritarnos y desquiciarnos demasiado, hasta tal punto de generarnos ansiedad, por ejemplo. Por ello, el tratamiento a seguir en casos de misofonía, como generalmente es un síntoma más de una patología mayor, es tratar la patología de base, con terapias conductivo conductuales sobre el origen de las mismas”, sentencia.