“ Harvey Weinstein fue un cinéfilo apasionado, un temerario, un mecenas del talento en el cine, un padre cariñoso y un monstruo. Durante años, fue mi monstruo”.
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La actriz mexicana Salma Hayek comienza así un artículo publicado este miércoles en The New York Times en el que se suma a los testimonios de grandes actrices que han revelado en los últimos dos meses los abusos sexuales que intentó o consumó Harvey Weinstein, uno de los productores legendarios de Hollywood, cuyo nombre es hoy sinónimo de depredador sexual en serie.
A principios de octubre, dos investigaciones periodísticas revelaron con detalles estremecedores lo que era un secreto a voces en Hollywood desde hacía tres décadas.
Harvey Weinstein, de 65 años, el poderoso productor de Miramax y The Weinstein Company, había acosado sistemáticamente a actrices y aspirantes a actrices en encuentros en hoteles, arropado por una cultura de silencio y un ejército de abogados.
Cuatro mujeres aseguran que fueron violadas por Weinstein.
Las policías de Nueva York y Los Ángeles han abierto investigaciones.
Nombres como Gwyneth Paltrow, Mira Sorvino, Angelina Jolie, Ashley Judd o Annabella Sciorra han relatado sus experiencias con Weinstein.
Hayek explica en su texto que no ha querido hablar antes porque no consideraba su voz importante después de que tantas personalidades hubieran contado su experiencia y porque lleva años omitiendo detalles a sus íntimos.
El relato de Hayek no se centra tanto en lo que pasó a solas con Weinstein, sino en describir con detalle cómo se inicia y desarrolla una situación de acoso entre un hombre poderoso y una aspirante a actriz y productora.
El contexto es la producción de la película Frida, un proyecto personal de Hayek, en 2002.
Hayek logró que Weinstein, por entonces jefe de Miramax, se hiciera cargo del proyecto. Fue a través de su amistad con el director Robert Rodríguez y su esposa entonces, la productora Elizabeth Avellan.
“Sabiendo lo que sé hoy, me pregunto si fue mi amistad con ellos (y Quentin Tarantino y George Clooney) lo que me salvó de ser violada”, escribe.
Porque, según su relato, una vez que empezó la relación profesional con Weinstein, el productor hizo de su vida un calvario, tratando de obtener favores sexuales a cambio de su implicación en el proyecto. El día a día de Hayek consistía en “decir no”.
“No a abrirle la puerta a todas las horas de la noche, en un hotel tras otro, en una localización tras otra, donde se presentaba de repente, incluyendo una localización donde yo estaba haciendo una película en la que él ni siquiera participaba”.
“No a ducharme con él”, continúa Hayek, “no a mirarle mientras se duchaba, no a dejarle darme un masaje, no a dejar que una amiga suya desnuda me diera un masaje, no a dejarle que me hiciera sexo oral, no a desnudarme con otra mujer”.
La actriz asegura que “con cada rechazo llegaba la ira maquiavélica de Harvey”. En una ocasión, el productor llegó a decirle: “Te mataré, no creas que no soy capaz”.
Weinstein trató de desvincularse del proyecto cuando llegó a la conclusión de que no llegaría a nada con Hayek, relata la actriz, que logró mantener Frida en pie gracias a sus abogados, reunir dinero por su cuenta y reclutar actores de primer nivel sin ayuda del productor.
Cuando Weinstein se vio atado al proyecto, el acoso pasó a la propia película.
El productor pidió que el personaje de Frida Khalo fuera más sexy.
En un momento dado, exigió que hubiera una escena de sexo lésbico en el que se viera a las actrices completamente desnudas.
La directora, Julie Taymor, le convenció de que fuera una escena de un tango entre el personaje de Hayek y el que interpretaba Ashley Judd, que acabaría en un beso entre ambas.
“Para entonces, tenía claro que [Weinstein] no me dejaría acabar la película sin obtener su fantasía, de una forma o de otra”, escribe Hayek.
El día que rodaban esa escena, la actriz sufrió un ataque de ansiedad. Hayek se echó a llorar y acabó vomitando ante el asombro de todo el equipo, que desconocía el contexto en el que se había incluido esa escena lésbica en la película.
Finalmente, con la película terminada, Weinstein siguió torturando a la actriz por haberse negado a sus exigencias sexuales, según esta.
Después de ver un montaje preliminar, decidió que no era lo bastante buena para estrenarla en salas y que la iba a mandar directamente al mercado de vídeo.
La directora fue la que peleó para conseguir que se estrenara en un solo cine en Nueva York y probarla con público.
La respuesta del test fue muy buena. Según Hayek, “en la entrada del cine después de un pase, gritó a Julie”.
Le tiró a la cara una de las tarjetas en las que el público del test escribe sus impresiones.
“Su compañero, el compositor Elliot Goldenthal, intervino y Harvey le amenazó físicamente”.
Finalmente, la película se estrenó, fue un éxito de crítica y le valió a Weinstein seis nominaciones al Oscar, de los que ganó dos. Salma Hayek termina su relato con una reflexión.
“¿Por qué tantas de nosotras, artistas mujeres, tenemos que ir a la guerra para poder contar nuestras historias cuando tenemos tanto que ofrecer? ¿Por qué tenemos que pelear con uñas y dientes para mantener la dignidad? Creo que es porque, como mujeres, hemos sido devaluadas artísticamente hasta un nivel de indecencia, hasta el punto de que la industria del cine ha dejado de esforzarse por averiguar qué quiere ver el público femenino y qué historias queremos contar”.
Después de las acusaciones a principios de octubre, Weinstein fue despedido de su propia empresa, The Weinstein Company, que ahora busca comprador.
También fue expulsado de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood y del Sindicato de Productores.
Las acusaciones contra él se cuentan por decenas y se remontan hasta hace 40 años.
A través de portavoces, ha asegurado que él piensa que todas sus relaciones fueron consentidas y niega las acusaciones de violación.
Actualmente, los medios especializados en famosos aseguran que se encuentra en un centro de rehabilitación especializado en adicción al sexo cerca de Phoenix, Arizona.
Con información de El País