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diciembre 23, 2024

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Las hijas de Abril

Ésta era una niña muy atractiva, de 16 años, se llamaba Valeria; bien hechecita, con sus nalguitas muy bien puestas, su cinturita muy breve, sus chiches pequeñas, pero llenadoras; su carita muy quién sabe cómo y un pubis angelical. Un buen día conoce a un chamaquito, de su misma edad, sí, de buenos bigotes; el niño, como aquellos efebos griegos, que se pasaban a merendar hasta a los señores. Valeria y el efebo empiezan a echar pata sin ningún reparo, aprovechando que la madre de Valeria vivía en España y ella vivía con su hermana en Puerto Vallarta. La hermana estaba medio taradita, o por lo menos eso parecía, por lo que era todavía más fácil merendarse al efebo en la casa, depredadoramente, hasta que un buen día la cerda de la Valeria termina por preñarse.
El efebo, muy guapo pero muy pendejo, le dice sí a todo. Cuando se enteraron que estaban embarazados, el efebo dice que lo pueden sacar adelante, pero ninguno de los dos tenía oficio ni beneficio. Al efebo su familia le negó el apoyo. A Valeria le pasó algo similar, aunque la madre decidió venir de España a ayudarla. Llegó la madre, empezó a tener pleitos fuertes con Valeria y con la hermana idiota; nació el bebé y el efebo también se fue a vivir con ellas. Ninguno trabaja, entonces la malnacida de la madre tomó una decisión terrible: dio en adopción al bebé sin que la hija ni el efebo supieran, y como eran menores, pues se la pelaron.
Pero aquí no terminó la cosa, la madre hace cosas peores, cosas inimaginables que ustedes podrán ver, pues esta historia es la película del director Michel Franco que acaba de ganar importantísimo premio en el Festival de Cannes en Francia, una historia estremecedora.
Las hijas de Abril está en este momento en cartelera y nos representa internacionalmente ya con un premio en uno de los festivales de cine más importantes a nivel mundial. Véanla, para que se den cuenta que en México también se puede hacer un gran cine. ¡Pa’ que vean que en el averno también hay cultura!
Michel Franco es un director cercano a su público y sin pretensiones, cosa que se agradece profundamente. He dicho.

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