Aún antes de que fuera declarado presidente electo de México, Carlos Salinas de Gortari comenzó a mover los hilos para frenar al candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), Andrés Manuel López Obrador, que recorría ya las comunidades en busca del voto para ganar la Gubernatura y acabar con la hegemonía priísta.
“El innombrable” –apodo que acuñaría López Obrador para referirse a Salinas de Gortari– envió a Ignacio Ovalle, antiguo jefe del tabasqueño en el Instituto Nacional Indigenista, para pactar una “concertacesión”.
El término se pondrá de moda durante todo el sexenio, a partir de las negociaciones que emprenderá el cuestionado ganador de las elecciones presidenciales para nombrar y quitar gobernadores.
López Obrador estaba recorriendo pueblos entre Balancán y Tenosique, cuando recibió el mensaje: Salinas de Gortari le ofrecía una subsecretaría en el gobierno federal, a cambio de abandonar la campaña del FDN.
En “AMLO, vida privada de un hombre público”, Andrés Manuel confiesa que ni siquiera lo pensó, bateó la propuesta con un solo mensaje para el presidente, que hubiera juego limpio. A Ovalle, Salinas lo premiaría con la dirección de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo); a López Obrador, desde ese día, se la sentenció.
Envió dos veces, en tan sólo nueve días, a su brazo de confianza, Manuel Camacho Solís para asegurar lealtades, primero entre los ex gobernadores y sus grupos: Leandro Rovirosa, Mario Trujillo y Enrique González Pedrero; la segunda, con miras a la elección en puerta para reforzar la caballada a favor del candidato oficial, Salvador Neme, impuesto por el dedazo presidencial de Miguel de la Madrid.
Salinas impuso a su favorito, Roberto Madrazo, en la dirigencia estatal del tricolor; a Humberto Mayans en la Secretaría de Gobierno, la cual le daba derecho de presidir la Comisión Estatal Electoral, que cuidaría las elecciones y, con el fin de cerrar la pinza contra el FDN, nombrar como delegado del PRI en Tabasco a Fernando del Villar, que sería luego nombrado futuro director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
Andrés Manuel continuó recorriendo alrededor de diez pueblos por día, a pie, en cayuco, lancha, a caballo o en la única camioneta que traía. El 20 de agosto arribó al estado el ex candidato presidencial del FDN, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, estuvo para acompañar ese día y el siguiente al joven político macuspanense.
Así recuerda esa visita Andrés Manuel en su libro “Tabasco, víctima del fraude electoral”:
“La gira del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas fue una auténtica insurrección cívica por la democracia. En dos días, más bien, en 36 horas, se movilizaron por su propia voluntad, sin acarreos, cerca de 36 mil personas.
De nada sirvió que las líneas de autobuses suspendieran el servicio normal de transporte y que sus dueños se negaran a rentar vehículos por órdenes del gobierno.
Temeroso de que pudiera repetirse en Tabasco lo que había ocurrido a nivel nacional, con la aparición del FDN como fuerza real opositora, el secretario de Gobierno a través de la Comisión Electoral de Tabasco cocinó una argucia legal para dejar abierta la posibilidad de manipular el voto.
“Unos días antes de la elección, la Comisión Estatal Electoral, de modo arbitrario, aprobó un acuerdo según el cual, para ser representante de casilla, había que vivir en la sección electoral y para demostrarlo no bastaba con la credencial de elector, sino que había que presentar una carta de residencia expedida por el presidente municipal correspondiente.
En esos tiempos todos los presidentes municipales eran del PRI y, por supuesto, nunca nos extendieron las cartas de residencia y no tuvimos representantes de casilla electorales”, escribe López Obrador en su título “El poder en el trópico”.
La maquinaria del poder aceitaba sus engranajes para arrollar a la naciente oposición.