El plantón permanente de los perredistas en la Plaza de Armas, extendido hasta las calles de 27 de Febrero, Independencia, Ocampo, 5 de Mayo y Allende, no sólo había impedido la entrada de Roberto Madrazo Pintado a Palacio de Gobierno, y a los diputados locales sesionar en el Congreso Estatal, sino también evidenciaba un hecho que desde el gobierno, empresarios y medios de comunicación se negaban a reconocer: la ruptura del orden democrático por el Estado hacía imposible una vuelta a la normalidad.
El día 12 de enero, el gobernador priísta declaró el Centro Administrativo de Gobierno, en Tabasco 2000, sede alterna del Poder Ejecutivo. Las observaciones independientes hechas por los consejeros nacionales Santiago Creel y José Agustín Pinchetti, evidencian que a pesar de existir irregularidades en el 78% de las casillas, las autoridades electorales no habían anulado ninguna.
En Tabasco, luego de un mitin multitudinario encabezado por Andrés Manuel López Obrador, el domingo 15 de enero de 1994, el líder nacional del PRD, Porfirio Muñoz Ledo reveló que el Gobierno Federal tomaría una decisión definitiva en el caso Tabasco, pues sólo de esta manera el partido del sol azteca participaría en el “Acuerdo Político Nacional” para la Reforma Electoral.
La orden de Zedillo, transmitida a través de su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, era contundente: Madrazo desistiría de la Gubernatura, y a cambio los perredistas levantarían el plantón, cesarían los bloqueos a pozos petroleros, y esperarían a nuevas elecciones.
Frente a Esteban Moctezuma y Beatriz Paredes, subsecretaria de Gobernación, Madrazo Pintado de aquél entonces, redactó su solicitud de licencia, pero entre el día de su llegada a Villahermosa y el siguiente, 19 de enero de 1994, sus huestes desalojaron violentamente a los perredistas.
Apoyados por tres cuerpos policíacos –policías, judiciales y militares-, un helicóptero sobrevolando Plaza de Armas, tres tanquetas del Ejército y una centena de vándalos, desalojaron violentamente a unos 500 perredistas, entre hombres y mujeres.
Los cuerpos de seguridad dejaron de hacer de las suyas a los maleantes, y cuando intervinieron, fue para disparar gases lacrimógenos a los plantonistas. El gas lacrimógeno alcanzó a los reporteros que cubrían el desalojo. Un par de autos fueron volcados y quemados por la enardecida turba.
López Obrador habló a sus seguidores por la XEVA, y les pidió no responder a la provocación. Perredistas de Macuspana, Comalcalco y Cárdenas que ya iban en camino a Villahermosa, tuvieron que dar vuelta para atrás.
Durante siete horas, los envalentonados priístas lanzaron piedras y palos a los manifestantes, que decidieron no responder y sentarse en el piso y tomarse de las manos. La violencia fue tal, que los perredistas fueron dispersados.
Un grupo encabezado por Darvin González Ballina acabó arrinconado en el puente Solidaridad. La impotencia y la rabia eran visibles ante el atropellamiento injusto que sufrían.
Andrés Manuel se encontraba en la Ciudad de México. Apunta así su actuación en aquellos momentos difíciles: “Desde el mediodía entré en contacto con los dirigentes del partido en Tabasco. La instrucción fue simple: no responder ante la agresión.
En las vísperas, nuestros compañeros habían puesto en marcha talleres de no violencia. De modo que cuando empezaron los ataques, hombres y mujeres permanecieron sentados, dando ejemplo de valor y pacifismo que difícilmente se ve en el mundo, y menos en el trópico” (“Entre la Historia y la Esperanza”, Grijalbo, 1995).
Madrazo Pintado entró de noche a Palacio de Gobierno. Andrés Manuel alentará a sus seguidores: “Nuestro movimiento continúa. Mantenemos la convicción de que sin democracia no habrá estabilidad política. De nosotros nadie se ha desencantado, nadie tiene miedo. Estamos más fuertes que antes”.