Las cosas que nunca imaginé que viviría, público querido, son las que por hocicón me he tenido que refinar a últimas fechas.
Me hubiese vuelto loco por correr y llegar para estar en una peda con mis amigos o para llegar a tiempo con alguna nalguita en mi época de soltería; pero jamás me imaginé correr e irme matando para llegar a encontrarme con mi niña para ver Masha y el oso. No cabe duda que por la boca muere el pez.
Mi niña, muy arregladita, con su vestido igual que mi ahijada Rafaella, hija de mi comadre La Bigorra; ellas se adelantaron al espectáculo, que arrancó el viernes en el Centro Cultural 1, y con ellas me refiero a mi mujer, a mi hija, a Raquel Bigorra mi comadre y a Rafaella, mi ahijada.
Ellas se fueron con tiempo, hasta pasaron por la alfombra roja y toda la cosa.
La obra, producida por mi querido amigo y socio Alejandro Gou, que siempre trae los mejores espectáculos infantiles a nivel mundial, con éste no se iba a quedar atrás.
Masha y el oso es una caricatura rusa, basada en los cuentos de Masha, cuentos rusos también.
La historia trata sobre esta tierna niña a la vista, pero que en realidad es un verdadero engendro demoníaco que se la vive haciéndole las peores desgraciadeces al pobre oso, que la cuida y protege desinteresada y un poco hasta masoquistamente.
Así que a los niños les encanta, ya ve usted que a estas gárgolas infernales les gusta mucho la crueldad ajena…
Mi compadre Alejandro Gavira pasó por mí para después, saliendo del teatro, ir a cenar a un restaurante que le habían recomendado a La Bigorra, así que llegamos al teatro y alcancé a ver primero la escenografía majestuosa de Masha y el oso, la espectacular producción del musical, el teatro lleno y, entre miles de cabecitas, la de mi niña, ¡con la felicidad que da el haber asistido de a gratis al espectáculo!
Le brincaban las pupilas dilatadas de la felicidad, agitaba sus bracitos y cuando me vio se le iluminó la carita; yo creo que, ya estando en el teatro, pensó que yo era Barnie y dijo para sus entrañas: Todos mis ídolos viven aquí.
Ya cuando descubrió que era yo, se le notó una profunda desilusión; pero estaba tan contenta con el show, que le valió madre.
Me despido porque, como yo le dije a mi hija qué juguete escoger, ya me eché el pulmón derecho inflándolo. He dicho.