Llegábamos de la escuela después de un día de quebrados, reglas ortográficas y aprendernos los estados con sus capitales. Cualquier niño normal hubiera hecho todo menos sintonizar un canal cultural, sin embargo nosotros los nerds no negábamos la cruz de nuestra parroquia: le prendíamos al Once y nos dejábamos llevar por los contenidos de Ventana de Colores o Bizbirije. Les dejamos algunos de esos programas que nos encantaban, ya ven que nos gusta picarle a la nostalgia.
Niños en crecimiento
Era una producción japonesa que contaba la historia de cinco niños/cachorritos que estudiaban en la Escuela del Cabo. El personaje central era Andrés, un tigrillo que tenía poco dinero y quería mucho a sus papás, acompañado de sus amigos Pedro el changuito, Anita la cierva, Julio el mapache y Mariana, una zorra (no empiecen con sus cosas, que esta es una nota infantil). La maestra Yolanda (una conejota) además de transmitirles conocimiento escolar también les contaba algunas anécdotas cargadas de valores y buena onda.
Bizbirije
Fue el primer contenido para niños hecho por el Canal 11, conducido inicialmente por Plutarco Haza quien encarnaba al detective Clak, el jefe del Departamento de Investigaciones Secretas (D.I.S.). En esa sección del programa había que resolver algún misterio y si lo lograbas te mandaban unas tarjetas como premio. Otra de las cosas que estaban bien padres de esta barra es que los niños eran los que se lanzaban a hacer los reportajes y tú podías obtener tu credencial de reportero o reportera mandando tus datos y tus fotos. Aunque a algunos la credencial nunca nos llegó y desde entonces no nos hemos podido reponer.
Pingu
Cuando veíamos esta animación ni idea teníamos de lo que era el “stop motion”, sólo sabíamos que nos divertíamos mucho con ese pingüino de plastilina y sus aventuras. Estaba bien chido ver cómo jugaba con su best friend, una foca gris, o cómo hacía berrinche porque no le hacían caso como a su hermanito más peque. Pingu sin duda era uno de los personajes más recordados de Ventana de Colores.
Ernesto el Vampiro
Esta animación francesa se produjo y transmitió entre 1989 y 1991. Este vampiro que parecía una cruza entre elefante y morsa era un tanto cobarde para ser una figura malévola y casi siempre le pasaban cosas macabras. Las situaciones iban empeorando hasta que algo horrible ocurría y entonces Ernesto despertaba para darse cuenta de que todo era una pesadilla. La secuencia final siempre era de Ernesto abriendo sus ojotes y cerrando su ataúd para volverse a jetear.
¿Puedo hacerlo yo?
Nopo y Gonta eran algo así como los “Cositas” o “Art Attack” japoneses. Nopo (el actor Yoshiaki Takami) tenía un pantalón verde azulado y a su lado (dah) estaba Gonta, una botarga grandota de especie indefinida, en cuyo interior estaba Jun Imura. Fue una de las producciones más exitosas de la HNK y se transmitió en Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Perú y Uruguay. Sus aliados indiscutibles eran las tijeras de punta roma para evitar accidentes y la cinta adhesiva.
Mi gran Amigo
Azul era una especie de monstruo/dragón en etapa bebé, que vivía con Ana (la actriz Daniela Bolaño) quien le tocaba la guitarra y lo ayudaba a resolver problemas dignos de un peque. Todo el escenario era de cartón, incluso sus bebidas o las regaderas. Estaba padrísimo. Era como el primo morrito del Carisaurio. El reloj parlante de la pared era interpretado por Perico, el Payaso Loco.
Bolek y Lolek
Esta animación polaca trataba de dos hermanos que tenían una mente muy vivaracha. Se imaginaban que andaban de trotamundos y así era como, al menos en su cabeza, conocían tierras como América o Australia. Lo padre de esta caricatura es que no necesitaba traducciones ni doblajes porque todo se entendía a la perfección con la narrativa visual. Más adelante se incorporó a sus aventuras una niña de nombre Tola, aunque no salía en todos los episodios.
El diván de Valentina
Esta serie fue una de las más recientes y es ya parte de los años cero de este siglo, también producida por Canal Once. En ella se cuenta la historia de Valentina Valdez Valdivia, quien nos cuenta desde una perspectiva personal sus pequeños grandes problemas en la escuela, la familia o con la a veces insoportable Karla Camino. Mención honorífica para la ternurísima de su abue “Mamaí” y también para su perra Pepina.
Con información de Chilango