Jocelyn Díaz / Grupo Cantón.
El virtuoso guitarrista flamenco, doble ganador del Latin Grammy, ofreció un emotivo concierto en el Teatro de la Ciudad.
Cancún.- Una noche vibrante fue el resultado de la fusión de talentos en el escenario del Teatro de la Ciudad durante el concierto de Antonio Rey, este fin de semana, un virtuoso guitarrista de flamenco que logró llenar el recinto de entrega y generosidad.
Cancún se rindió ante el embrujo de las cuerdas del maestro Antonio Rey, el laureado guitarrista flamenco, doble ganador del Latin Grammy. Fue una velada que trascendió el mero concierto para convertirse en un viaje al alma, donde cada rasgueo se convirtió en suspiros y asombro y cada nota tocó el corazón de más de 400 almas que se dejaron llevar por la corriente de un duende que solo Rey sabe invocar.
Desde el primer acorde, la atmósfera se cargó de una electricidad palpable. La maestría de Rey no es solo técnica; es la capacidad de infundir vida en la madera y el nylon, de transformar sonidos en emociones puras. Con una generosidad que honra a los grandes, el maestro tejió un manto de armonía con sus músicos, dándoles espacio para que cada uno con su propio brillo se fusionaran en una danza colectiva que encantó a todos.
La aparición de la bailaora Mara Miramontes, quien con su arte y sentimiento conectó de inmediato con el público y se entrelazó con la guitarra de Rey en un diálogo sin palabras que conmovió hasta lo más profundo. Los movimientos de Mara eran versos, su sentir se transmitió a los presentes y su presencia fue un gran momento en la noche.
Entre la multitud, se mezclaban los puristas del flamenco, de ojos brillantes y corazón entregado, con aquellos que, atraídos por la curiosidad de conocer al genio de los Grammy, descubrieron un universo nuevo. Todos, sin excepción, salieron con el corazón tocado, pues la forma en que Rey acaricia las cuerdas es la misma con la que toca el alma de quienes lo escuchan.
Un momento de ternura y promesa iluminó la velada con la presentación de Paquito, un niño de apenas 9 años que demostró un talento que presagia grandeza. Con un gesto que se grabó en la memoria, Rey le entregó su propia guitarra y le cedió el centro del escenario, un trono efímero para un futuro rey. Paquito, con la inocencia de su edad, hizo vibrar las cuerdas, siguiendo el eco del maestro, en un instante que resultó emotivo y conmovedor.
Cuando el último acorde se desvaneció, el público, de pie y conmovido, estalló en una ovación que resonó en el aire, un aplauso que no era solo reconocimiento, sino gratitud. La noche de Antonio Rey en Cancún no fue solo un concierto; fue un recuerdo que quedará grabado en la memoria colectiva como una de esas experiencias que, verdaderamente, tocan el alma.