Sumergidos en un mundo de tristeza y desesperación, la música se convirtió en la salvación de todos aquellos que tenían el don de producirla. Pese a que estaba en condición de prisionera como todos, una mujer decidió dirigir una orquesta de mujeres con el propósito de utilizar sus talentos como escudo. ¿Quién fue Alma Rosé? ¿Quién permitió una orquesta en el campo de concentración? ¿Cuándo tocaban música? Aquí te contamos todo.
Su pasión era la música, tocaba perfectamente el violín y estuvo al mando de varias orquestas durante su carrera musical. Gracias a las influencias de su tío Gustav Mahler –uno de los más grandes músicos de Europa-, al llegar a Auschwitz recibió un trato diferente al de los demás prisioneros, lo que permitió que le dieran el puesto de directora de la orquesta del campo de concentración.
¿Una orquesta en medio de un campo de concentración? Así lo quería María Mandel
Un campo de concentración engloba sufrimiento, muerte, hambre y tortura, ¿a quién se le ocurriría la música? María Mandel (1912-1948) era una de las guardias de más alto rango en Auschwitz, formaba parte de la SS nazi –se le atribuye la muerte de más de 500 mil personas-, fue la responsable de que en el campo de concentración existiera una orquesta.
¿Con qué propósito? Principalmente, era un capricho de Mandel, quien quería que los nuevos prisioneros de Auschwitz fueran recibidos con música. En ocasiones envió a la orquesta a tocar mientras los prisioneros esperaban el turno de ser incinerados.
La música, un don que representó una salvación
Desde los soldados, hasta las más altas cabecillas del régimen nazi, disfrutaban enormemente la música. Si bien los prisioneros eran torturados, los soldados que trabajaban en los campos solían salirse con la suya y tenían momentos de esparcimiento. La música parecía encantarles, por lo que una orquesta era la solución perfecta.
“Mädchenorchester von Auschwitz”, también conocida como la “Orquesta Femenina de Austchwitz” cumplía las órdenes de Mandel, pero estaba bajo la dirección de Alma Rosé. Cuando Rosé llegó al campo, eran pocos los instrumentos y los músicos con los que contaba. Poco a poco fue formando su orquesta y organizando –dentro de lo posible-, las mejores presentaciones para garantizar su bienestar y el de sus músicos.
Cuando llegué al campo de concentración, una chica que estaba junto a mí, me preguntó a qué me dedicaba antes de la guerra, cuando respondí que tocaba el violonchelo, me respondió “¡Fantástico! Estás salvada”.
“Mientras ellos quisieran una orquesta, no nos pondrían en la cámara de gas. Un músico no es reemplazable, por eso nos cuidaban”, recordó Lasker, una de las pocas sobrevivientes de Auschwitz.
Alma, una trabajadora incansable le dio vida a Auschwitz
Si bien era una prisionera más –por su ascendencia judía-, sus talentos como músico la distinguían de los demás. Logró ganarse el respeto de todos los guardias de la SS nazi, que la protegían a ella y a su equipo de músicos.
Pese a que tenían ciertas ventajas, las condiciones en las que vivían eran insalubres y estaban a disposición absoluta de Mandel. ¿Cuáles eran las ventajas? No estaban resguardadas con los presos comunes, eran respetadas por los guardias y tenían relativa certeza de que no serían enviadas a las cámaras de gas por sus labores de entretenimiento.
Rosé, se convirtió en el referente de la música en todo el centro y la protectora de todos aquellos que tenían el don musical. Bajo su mandato como directora, ningún músico fue asesinado y los que requerían atenciones especiales –médicos, por ejemplo-, la recibían sin ninguna queja puesto que Josef Mengele –el médico principal del campo-, era su admirador.
¿Qué sucedió con Alma? El ángel de la música fue víctima del destino
Un campo de concentración está lleno de tragedias y enfermedades. Mantenerse saludable física y mentalmente era un desafío casi imposible de lograr. Si bien mentalmente Alma Rosé lo lograba distrayéndose con sus notas, una terrible enfermedad azotó su cuerpo y tras dos días de agonía en la enfermería de Auschwitz, murió el 4 de abril de 1944.
No fue una muerte cualquiera. Alma estuvo bajo los cuidados intensivos de Josef Mengele, el médico principal del campo de concentración, pero él no pudo hacer nada. Rosé era tan respetada que María Mendel –considerada una de las mujeres más terribles de la historia-, organizó un pequeño homenaje tras su muerte y en lugar de quemarla como a todos los demás judíos, fue enterrada por los guardias de la SS en una ceremonia privada.
Alma Rosé quedó para la historia como la mujer que logró proteger a los músicos de las tragedias de Auschwitz y como la única judía a la que los nazis rindieron pleitesía después de morir.