Aquien se le ocurriera apostar por la remontada de la Roma se habrá hecho rico. Lo peor es que fue justo. El Barça hizo un partido horrible, sin defensa ni ataque, incapaz de controlar el juego directo y el corazón de la Roma. El equipo de Valverde, que manejó la eliminatoria hasta el minuto 80, se pegó un costalazo monumental, dejando al aire sus carencias. La triple corona ya es imposible.
Tuvo suerte de escapar el Barça del primer tiempo con un castigo mínimo. Aunque nada hacía prever semejante sufrimiento en los primeros minutos, fueron los únicos en que el cuadro azulgrana impuso su criterio en el juego. Se plantó solo Sergi Roberto, de nuevo interior derecho, y remató a las manos. En la siguiente,Messi controló en la frontal, remató elevado y ya. Se esfumó el equipo azulgrana.
Conviene reflexionar sobre todo lo que ocurrió después. Porque bastó la jugada más sencilla del mundo, un pelotazo al 9 para que se buscara la vida, para mostrar la falta de tensión del Barça. Dzeko, lógico, buscó el hueco entre Jordi Alba y Umtiti. Ganó por velocidad al lateral, y el central ni se molestó en estorbar. Desde cerca, el bosnio fusiló el 1-0.
El Olímpico se convirtió en un infierno que empujó al valiente equipo giallorosso. Con tres centrales, uno de ellos dedicado a la vigilancia de Messi (JuanJesus, limitado y durísimo), los laterales fueron aviones que percutieron sin cesar para buscar los centros a las dos torres. Kolarov, curtido como un boina verde, buscó a Semedo para que le cargara y le trabara. No lo vio el francés Turpin. Y por el otro costado, Florenzi sirvió centros de seda, como el que encontró la cabeza de Schick. Se fue por centímetros. Otro al segundo palo, casi al final de ese primer acto, lo cabeceó Dzeko obligando a una buena mano de Ter Stegen.
El alemán ya ha dado muestras de su trascendencia en la temporada del Barça. No se descompone.Y eso es vital. Pero si importante resultó el meta en los minutos de más agobio, la figura vital fue Piqué. Referencia en la salida de balón, no perdió ni uno solo de los pases trazados para evitar la asfixiante presión romanista. Además, acudió a todos los cruces, los que le tocaban y aquellos en los que dimitía Umtiti. En una intervención divina, taponó un remate cercano con el pie de Schick que tenía todas las trazas de generar un problema serio al portero.
Si en la ida el juego del Barça no fue brillante, en la vuelta empeoró. Forzó Busquets en ambas ocasiones, y la protección en el exterior de su pie derecho no evitó las molestias. Es vital, evidentemente, pero tan mermado hay que calcular si merece la pena el riesgo. En cambio, DiFrancesco recuperó a Nainggolan y con él, el corazón y los pulmones de la Roma.
Al descanso se notó la excitación local, rodeando al árbitro para reclamar un córner. Con poco que perder, llevó el partido al límite, con una presión alta desbocada. Aún así, la pausa pareció centrar algo más al Barça, que buscó alguna posesión más larga. Se soltaron Iniesta o Alba y Suárez tiró algún desmarque que aligeró la sensación de asfixia. Pero en el manual romanista estaba clara la forma de hacer daño. Un balón largo entre los centrales sirvió a Dzeko, un coloso, para colocarse en ventaja ante el portero. Piqué le agarró en el área, cayó, le derribó con el pie y el bosnio cayó al verde. El árbitro dudó, pero pitó el penalti. Suerte que castigó la acción sólo con amarilla. De Rossi transformó duro, a la derecha, venciendo la intuición de Ter Stegen.
Con 32 minutos por delante, el escenario era tremendo. Los cambios de Di Francesco refrescaron al equipo, muy castigado por el despliegue físico. Pero como el Barça no acertaba a ligar jugadas largas, no tuvo problema para recomponerse. Además, entró el turco Ünder, un zurdo de calidad similar a Dybala, que abrió más opciones en ataque. También entró El Shaarawy, y avisó de lo que se venía encima. Un centro desde la derecha al segundo palo encontró al egipcio en un escorzo forzado, rematando con el exterior. Ter Stegen hizo la parada de la noche, alargando la vida azulgrana. No acertó por poco De Rossi poco después, en un cabezazo de área chica. La manifiesta superioridad en el juego aéreo de la Roma aún no había acabado. Con diez minutos por jugarse, un córner desde la derecha botado al primer palo encontró el desmarque de Manolas, descuidado por Semedo. El cabezazo cruzado fue mortal. Increíble. 3-0.
En los últimos 10 minutos intentó arreglar el Barça lo que había despreciado en la ida y en la vuelta. Entraron Dembélé y Alcácer, y los defensas de la Roma se emplearon a conciencia. Como Manolas, que sacó de la bota un remate a Alcácer.
La tuvo Dembélé desde lejos, aprovechando una salida de Alisson ante Piqué. Tiró desde donde Florenzi marcó a Ter Stegen. Se le fue por poco. Y en ese balón murió la Champions del Barça, inferior a la Roma en la eliminatoria. Preocupante balance para un equipo que esta vez ni fue seguro ni tuvo a Messi para que le sacara del atolladero. Durísima caída del imperio azulgrana.
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FUENTE: LA MARCA