El morenismo en Quintana Roo ha entrado en la etapa más delicada de su historia: la del relevo.
Aunque la elección de 2027 aún parece lejana, el proceso sucesorio ya está en marcha dentro y fuera del partido que concentra el poder político del estado.
En los pasillos oficiales y en las estructuras partidistas, las piezas se mueven con sigilo, las lealtades se negocian y los discursos de continuidad intentan disfrazarse de renovación.
Morena llega a este punto con una fortaleza institucional inédita, pero también con un desgaste que se acumula a la vista de todos. Gobernar todo —el estado, los municipios y el Congreso— ha tenido un costo inevitable: cargar con todos los aciertos, pero sobre todo con los errores que la ciudadanía ya no tolera. En política, el desgaste no se mide por calendarios, sino por credibilidad.
La gran incógnita es si el morenismo entenderá que su principal amenaza no está en la oposición, sino en sí mismo. En la falta de autocrítica, en el control excesivo, en la tentación de confundir disciplina con obediencia. El reto no es mantener la hegemonía, sino evitar que esa hegemonía se convierta en una maquinaria que devore su propio impulso transformador.
Hoy, el discurso del cambio comienza a sonar hueco frente a los pendientes que se acumulan: la inseguridad que rebasa estrategias, la desigualdad que se profundiza y una burocracia que se resiste a cambiar.
La narrativa de la transformación ya no alcanza; los ciudadanos piden gobiernos capaces, no leales; resultados, no consignas.
El relevo que se avecina pondrá a prueba si Morena en Quintana Roo puede trascender al liderazgo que lo llevó al poder y construir una nueva generación política con visión de Estado. O si, como tantas veces en la historia local, el cambio será apenas una rotación de nombres dentro del mismo sistema que prometió transformar.
Porque el verdadero dilema del morenismo no está en elegir candidato, sino en decidir si todavía tiene algo que ofrecer. Si será capaz de renovarse o si terminará atrapado en el espejo del poder, viendo en su reflejo aquello contra lo que alguna vez dijo luchar.