Los hechos ocurridos alrededor del crematorio Xibalbá no sólo indignaron a Quintana Roo: tocaron una herida profunda.
Cuando un ser vivo es tratado sin dignidad, la sociedad entera siente un quiebre.
Esa tristeza compartida reveló algo importante: hoy somos un estado que ya no tolera la indiferencia frente al maltrato.
Pero la tristeza no nos paralizó; nos unió. Y cuando la gente se une, exige. Cuando exige, cambia. Ese es el momento histórico que estamos viviendo.
México avanza hacia una nueva etapa bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum, una etapa donde la vida, el respeto y el bienestar dejan de ser discurso para convertirse en política pública.
En Quintana Roo esa visión encuentra un eco inmediato con la gobernadora Mara Lezama, cuyas acciones han impulsado campañas de esterilización, vacunación, adopciones responsables y jornadas veterinarias gratuitas que han mejorado el bienestar en colonias, municipios y comunidades.
Sin embargo, cada avance nos recuerda que falta un paso decisivo.
Hoy, ese paso es claro.
Para enfrentar los más de 8,000 casos anuales de abandono en Quintana Roo, y para tener instituciones capaces de responder con seriedad, impulsamos la creación del Registro Estatal de Animales de Compañía, una herramienta moderna, necesaria y largamente esperada.
Este registro permitirá:
•Identificar a cada mascota con su tutor responsable.•Reducir abandono y maltrato mediante un sistema claro y ordenado.•Fortalecer la respuesta institucional en los municipios.•Garantizar mejor atención veterinaria y control sanitario.•Basar las políticas públicas en información real y verificable.
Los países que han adoptado registros similares han reducido significativamente el abandono, han ordenado la convivencia ciudadana y han tejido comunidades más responsables. Quintana Roo tiene todo para convertirse en ejemplo nacional.
Somos un estado turístico, ambiental, diverso.
Un estado donde la convivencia con animales forma parte de la vida familiar, del tejido social y hasta de nuestra identidad. Protegerlos no es solo un acto legal: es un mensaje de quiénes somos y qué estamos dispuestos a defender.
Los hechos dolorosos no marcarán nuestro rumbo.
Lo marcarán nuestras decisiones.
Si transformamos la indignación en reforma, el dolor en estructura, la tristeza en acción, entonces construiremos algo que permanecerá: una política pública fuerte, humana y efectiva.
Una huella que no se borra.
Una huella de justicia.
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