Hay mañanas en las que uno toma el primer sorbo de café y siente que algo se aclara por dentro, como si el día se abriera un poco antes que la luz y por un momento te sientes fuera de la monotonía, Hoy, mientras el aroma sube en pequeños espirales, recuerdo a la escritora Marguerite Yourcenar quien decía que viajar limpia los ojos: al romper con lo cotidiano, la realidad recupera su misterio, su nítida extrañeza.
¿Has sentido que a veces percibes la realidad con ojos de viajero? Cuando todo parece, nuevo, cuando recuerdas tu vida, tus seres queridos con cierta distancia, la realidad bajo la perspectiva del viajero es esa forma de ver que nace de la pausa, del desprendimiento, de salirse un momento de lo habitual.
Doy mi primer sorbo de café y mientras el aroma y el sabor me poseen, entiendo lo que quería decir Yourcenar, A veces basta cambiar de lugar para que todo vuelva a brillar. Otras, basta cambiar de mirada.
Nietzsche intuía que solo quien se mueve por fuera o por dentro recobra el asombro.
El viajero, despojado del hábito, se permite ver sin la coraza de sus certezas.
Merleau-Ponty en elmismo sentido nos recuerda que cambiar de lugar, es cambiar el cuerpo que percibe, y con él, el mundo que aparece.
Oliverio Girondo lo decía de manera más poetica con su concepto de transmigración que era como una especie de juego que le permitía imaginar que usurpaba vidas ajenas, jirafas, camellos, camaleones y hasta zanahorias.
En otras palabras ¿qué se sentirá ser tú?
Entre sorbo y sorbo, pienso que quizá la mirada del viajero no depende del pasaporte, sino de la capacidad de mirar como si fuera la primera vez. Mientras la taza se va vaciando, me descubro observando detalles que ayer pasaron desapercibidos: la forma en que cae la luz sobre la mesa, el sonido de una calle que no había escuchado, el gesto casi invisible de quien pasa.
Tal vez el verdadero viaje empiece aquí mismo: en volver a ver lo que siempre estuvo ahí. Date una pausa, e inténtalo, antes de que la cotidianidad termine por devorarte y convertirte en un zombie más.
Sugerencia para un buen café filosófico: Cuadernos de Japón de Marguerite Yourcenar. Lo ideal es leerlo despacio, a sorbos, como quien viaja sin prisa.
Sus páginas muestran cómo una mirada atenta puede convertir cualquier rincón del mundo en un descubrimiento.
¡Hasta el próximo cafecito!