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diciembre 05, 2025

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El país que marchó con el alma rota

La marcha del 15 de noviembre no fue una protesta: fue un rezo roto avanzando por las calles.

México caminó como caminan los que ya no pueden más: jóvenes con la mirada afilada por el miedo, madres que abrazan retratos como si aún respiraran, trabajadores que aprendieron a sobrevivir sin descanso… y niños que crecieron sabiendo que el silencio puede salvar la vida.

Ese día, el país salió cargando sus nombres: los que duelen, los que faltan, los que ya no vuelven.

Las cifras, tan frías, apenas alcanzan a rozar la herida.

En la CDMX, 17,000 personas tomaron las calles.

Hubo 120 lesionados (100 policías y al menos 20 civiles).

Las autoridades hablaron de 20 detenidos; algunos medios mencionaron 40.

Son apenas un murmullo ante lo que realmente tembló.

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En 52 ciudades, el dolor se abrió paso como un río desbordado, un país entero desnudando su herida a cielo abierto.

Nada de esto nació en una pantalla.

Nació del miedo que ya se volvió órgano, de la violencia que se instala en las casas como un mueble más, del ritual silencioso de poner un plato menos en la mesa.

Nació del joven que sabe distinguir sirenas mejor que oportunidades; de la madre que duerme con los zapatos puestos “por si llaman”; del trabajador que cada mañana se despide sin decirlo, por si es la última.

Los medios internacionales lo vieron con claridad brutal:

México marchó con un dolor tan grande que ni el discurso oficial pudo ocultarlo. Vieron un país que lloraba, sí, pero que no se arrodillaba. Un país que avanzó con el alma hecha polvo, pero avanzó.

El gobierno respondió con la negación de siempre: “manipulación”, “exageración”, “provocación”.

Palabras huecas frente a una multitud que caminó sosteniendo la ausencia de los suyos.

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¿Cómo se manipula el duelo? ¿Cómo se exagera un país que vive con miedo desde hace años? ¿Cómo se provoca a quien ya viene roto?

El 15 de noviembre reveló la fractura que nadie en el poder quiere ver: un país que sangra y un gobierno encerrado en su propio relato.

Ese día no marchó una oposición; marchó la memoria colectiva. No marcharon partidos; marcharon los vacíos.

No marcharon consignas; marcharon los fantasmas que acompañan a cada familia.

Lo emocional fue resistencia. Fue el golpe que rompió la burbuja donde el poder se cubre los oídos mientras presume estabilidad.

La calle habló. El país lloró. Y el mundo escuchó el crujido.

Porque el 15 de noviembre no fue un episodio.

Fue un luto convertido en multitud.

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Y cuando un país entero marcha con sus muertos… el silencio deja de obedecer.

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