En Quintana Roo, cada vez más abuelitos enfrentan un reto doloroso: ser separados de sus nietos por conflictos familiares o rupturas de pareja.
Sin embargo, la ley reconoce su derecho a mantener ese vínculo afectivo que, más allá de lo legal, representa una red de amor, cuidado y estabilidad emocional para los menores.
El Código Civil del Estado de Quintana Roo establece que los abuelos tienen derecho a solicitar judicialmente un régimen de convivencia con sus nietos, incluso cuando uno de los padres se oponga.
Esta figura, respaldada por el principio del interés superior del menor, busca garantizar que los niños no pierdan el contacto con su familia extensa, elemento esencial para su desarrollo integral.
Además, la legislación estatal impone a los abuelos una obligación subsidiaria de proporcionar alimentos cuando los padres no pueden cumplirla.
En sentido recíproco, los nietos deberán asistirlos en caso de que estos enfrenten una situación de vulnerabilidad.
Este equilibrio legal refleja la solidaridad intergeneracional que pretende resguardar el tejido familiar.
En casos donde los padres fallecen, desaparecen o se encuentran incapacitados, los abuelos pueden solicitar la guarda y custodia de los menores. Los jueces familiares valoran su capacidad emocional, económica y moral, privilegiando siempre el bienestar del niño.
El Poder Judicial de Quintana Roo ha reiterado que negar injustificadamente la convivencia entre abuelos y nietos puede constituir un acto contrario a los derechos de la niñez, e incluso abrir la puerta a sanciones o medidas de restitución.
A pesar de estas garantías, muchos adultos mayores desconocen los mecanismos legales para hacer valer sus derechos. Instituciones como el DIF Quintana Roo y los Juzgados Familiares ofrecen orientación gratuita para promover acuerdos y evitar procesos prolongados.
El papel de los abuelitos sigue siendo fundamental: son guardianes de la memoria, del afecto y, muchas veces, del hogar. Su presencia no solo complementa la crianza, sino que también brinda a los niños la certeza de pertenecer a una historia familiar viva. Proteger ese lazo no es un favor, es un derecho.