A las doce de la noche del 31 de diciembre, millones de personas en el mundo brindan, se abrazan y se dan mutuamente sus mejores parabienes para el año que comienza, deseando prosperidad, salud, amor y paz. Pero este acontecimiento, el inicio de año, no es una fecha que se celebre universalmente el 31 de diciembre.
Otras civilizaciones han determinado el paso del tiempo por diversos medios, vinculados a la luna, al sol, a los ciclos agrícolas y a los equilibrios cósmicos. En China, por ejemplo, el Año Nuevo no tiene una fecha fija, se celebra a finales de enero y mediados de febrero, siguiendo el calendario lunar y no se trata solo de fiesta, tiene un significado profundo que implica renovar el orden y la armonía en los hogares, por lo que durante quince días, las familias se reúnen, limpian sus casas para alejar la mala suerte, honran a sus ancestros y dan la bienvenida al nuevo ciclo con dragones, faroles rojos y fuegos artificiales.
En Irán y otros países de Asia Central, el año comienza con Nouruz, el equinoccio de primavera, alrededor del 20 o 21 de marzo. Es una celebración milenaria que marca el renacimiento de la naturaleza. En su origen, es una celebración agrícola de culto a la fertilidad pero la mayoría de las ceremonias de Nouruz tienen sus raíces en la religión zoroastriana, surgida en Irán hace unos 3,000 años la cual cree en la existencia de dos deidades antagónicas, el Ahura Mazda, dios del bien y la luz y el Angra Mainyu, dios del mal y la oscuridad. La lucha entre ambos se resuelve con la victoria de Ahura Mazda y el triunfo de la luz, lo cual se celebra en el Nouruz, al inicio de año.
En el mundo islámico, el calendario es lunar y el Año Nuevo musulmán Hijri no se celebra en una fecha fija, se desplaza cada año unos once días y conmemora la Hégira, que es la migración del profeta Muhammad de La Meca a Medina. El carácter de esta celebración más que festivo es ritual y busca que los fieles reflexionen, rememoren y renueven su fe.
En la India, el Año Nuevo se celebra en distintas fechas según la región y el calendario local. En el sur, suele coincidir con abril y el inicio de la cosecha. En Tailandia, Laos y Camboya, el Songkran, celebrado en abril, marca el nuevo año con rituales de agua que simbolizan purificación, limpieza y buenos augurios.
En los pueblos originarios de Latinoamérica, el Año Nuevo se vincula a los solsticios y equinoccios. Por ejemplo, para el pueblo Aymara, inicia el 21 de junio durante el solsticio de invierno cuando el sol “regresa” y se agradece a la Pachamama por el ciclo que inicia. En México alrededor del 12 de marzo, los pueblos nahuas celebran el Año Nuevo en el cual de forma muy importante se hace cambio de mando de las autoridades tradicionales.
Lo que todas estas celebraciones del Año Nuevo tienen en común no es tanto una fecha en particular, sino el deseo profundo y humano del renacimiento, de la esperanza y de sembrar las semillas que serán los frutos que han de cosecharse en el nuevo ciclo que comienza, así hablemos de maíz, cacao, riqueza, buena salud y armonía.

