Hay momentos en la vida pública que dejan ver con claridad el tipo de sociedad que estamos construyendo. Lo ocurrido recientemente en la Laguna Chacmuchuch es uno de ellos.
De un lado, vecinas y vecinos que denunciaron tiraderos clandestinos, quemas e invasiones para proteger un ecosistema que sienten suyo.
Del otro, quienes deciden arrojar sus residuos y sus escombros en un cuerpo de agua vivo, como si la naturaleza fuera un vertedero sin límites.
Estas dos actitudes no solo describen comportamientos: describen visiones éticas profundas sobre el territorio.
La conciencia del hogar compartido
Quienes denunciaron actuaron desde una convicción elemental: la laguna no es de nadie y es de todos a la vez. Es hogar, no recurso; herencia, no mercancía. Esa es la esencia de la Sostenibilidad del Humanismo Mexicano: una visión que entiende que el territorio es un espacio vivo que sostiene a nuestras familias hoy y a las que vendrán. Bajo ese entendimiento, cuidar la naturaleza no es un acto accesorio, es un acto de dignidad colectiva. Es defender el bien común incluso cuando nadie observa.
Sin esas denuncias, esta intervención no habría ocurrido con la rapidez con la que actuamos. Y eso revela algo fundamental: la autoridad actúa, pero son las comunidades las que prenden las alarmas cuando algo va mal.
La conciencia extractivista que debemos superar
En el extremo contrario está la lógica de algunas inmobiliarias y desarrolladoras que, por ahorrarse unos pesos, arrojan sus residuos a la laguna. Esa visión es simple: explotar, desechar y avanzar. Esa mirada tiene un costo altísimo. Va deteriorando ecosistemas que tardan décadas en recuperarse, rompe el equilibrio natural y social, y deja heridas profundas en el territorio que luego toda la comunidad paga.
Esa lógica extractivista es la que por años destruyó manglares, rellenó humedales y alteró ecosistemas. Hoy la cuestionamos abiertamente porque ya sabemos que el verdadero futuro de Quintana Roo no se construye sacrificando su patrimonio natural, sino protegiéndolo.
La transformación comienza en la conciencia
Clausurar tiraderos es necesario, y lo seguiremos haciendo. Sin embargo, la batalla de fondo no es solo operativa, es cultural. Es una batalla por cambiar la relación emocional, ética y comunitaria que tenemos con el territorio.
La Sostenibilidad del Humanismo Mexicano nos ofrece una ruta: dejar de ver el entorno como objeto y comenzar a verlo como hogar. Un hogar que debe dignificarse, protegerse y heredarse.
Lo que pasó en Chacmuchuch es una lección: la ciudadanía organizada puede detener abusos; el gobierno puede actuar con firmeza; pero la transformación real ocurre cuando ambas partes comparten la misma convicción: la naturaleza no se explota, se cuida.
Mirar hacia adelante
Chacmuchuch nos recuerda que el futuro ambiental del estado depende de las decisiones cotidianas: las de quienes denuncian, las de quienes actúan, y también las de quienes, teniendo alternativas, deciden dañar.
Hoy tenemos que elegir qué tipo de comunidad queremos ser.
¿Una que acepta que unos pocos destruyan lo que es de todos?
¿O una que entiende que cuidar la naturaleza es cuidarnos entre nosotros?
El rumbo que tome Quintana Roo dependerá de esa respuesta.