Ricardo Salinas Pliego es un empresario al que, a diferencia de muchos otros, le encantan los reflectores.
Le gusta ser tema de conversación, generar polémica y construir una imagen de figura pública provocadora.
Él se presenta como un empresario exitoso, que levantó un emporio desde cero y a pesar de los gobiernos en turno.
Se asume como alguien único, inigualable.
Sin embargo, la historia es más compleja. Salinas Pliego consolidó gran parte de su fortuna al amparo del poder político.
Un ejemplo es la declaración de Raúl Salinas de Gortari hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien afirmó que le prestó a Salinas Pliego más de 29 millones de dólares en 1993 para comprar Imevisión (lo que más tarde sería TV Azteca), y que ese dinero nunca fue devuelto.
Esto indica que la construcción de su imperio estuvo entrelazada con redes de influencia dentro de los gobiernos del PRI y del PAN.
Además, Salinas Pliego ha recurrido al Poder Judicial para evitar pagar impuestos o reducir al mínimo sus obligaciones fiscales.
En los últimos cinco años, Grupo Salinas ha promovido 102 recursos ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para retrasar la resolución de nueve juicios relacionados con créditos fiscales que suman más de 49 mil millones de pesos por concepto de Impuesto Sobre la Renta.
Por eso, cuando se discutió la reforma judicial, él fue uno de sus críticos más duros: sabía que disminuir su influencia en el Poder Judicial implicaba perder miles de millones de pesos.
Todo indica que esta semana la SCJN resolverá los recursos que presentó Grupo Salinas y que, finalmente, tendrá que pagar los impuestos pendientes.
Esto representaría un golpe fuerte para Salinas Pliego y un hecho histórico para el país: ningún empresario puede sentirse dueño de México ni suponer que el Estado está para servirle.
Es una buena señal para la justicia en México.