Santiago Rodas / Grupo Cantón
Muchas familias aprovecharon el día para compartir un momento de cercanía con sus seres queridos, llevando alimentos, mensajes de apoyo
CANCÚN.- Más de 300 personas se congregaron este miércoles en las instalaciones del Centro de Reinserción Social (CERESO) en Cancún, ubicado en la Región 99, para visitar a sus familiares recluidos por delitos que van desde faltas menores hasta casos de alto impacto.
El flujo de visitantes no es casual.
Se da en un contexto donde la proximidad de la temporada de lluvias podría limitar el acceso a las visitas familiares, incluidas las conyugales.
Por ello, muchas familias aprovecharon el día para compartir un momento de cercanía con sus seres queridos, llevando alimentos, mensajes de apoyo e incluso artículos de primera necesidad que, por protocolos de seguridad, no siempre son permitidos dentro del penal.
Entre los visitantes hay madres, esposas, hijos y hermanos que no sólo buscan un contacto humano, sino también apoyar en trámites internos, o simplemente brindar consuelo a quienes enfrentan procesos judiciales largos o condenas difíciles.
En palabras de uno de los asistentes: “Ellos también son personas. Están pagando, pero no dejan de sentir, de necesitar amor o de tener derechos.”
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Afuera del penal, la escena cambia pero no menos intensa.
Decenas de personas aprovechan el flujo de familiares para vender alimentos, bebidas y productos diversos, mientras otros resguardan objetos personales de los visitantes, ya que muchos no pueden ingresarlos al centro penitenciario.
El entorno de convivencia informal se ha convertido, para algunos, en un sustento económico; pero también es reflejo de una realidad cruda donde la cárcel no solo afecta a quienes están dentro, sino también a todo un círculo social y familiar que queda marcado por el sistema penal.
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Aunque en su mayoría las visitas se desarrollaron en relativa calma, algunas familias no ocultaron su preocupación por lo que ocurre al interior del penal. Madres y esposas han denunciado en anteriores ocasiones supuestos maltratos, negligencia médica y condiciones poco dignas para los internos.
De acuerdo con autoridades consultadas de forma extraoficial, se mantiene una política de cero tolerancia hacia actos que vulneren los derechos humanos, aunque organizaciones civiles aseguran que el monitoreo independiente sigue siendo insuficiente.
Lo que se vive día a día en el CERESO de Cancún es un reflejo de las fracturas sociales que aún persisten: pobreza, falta de oportunidades, violencia, y un sistema penitenciario que aún lucha por cumplir con su verdadero propósito: la reinserción.
Mientras tanto, la vida continúa en ambos lados del muro. Afuera, las familias resisten, esperan y apoyan; adentro, los internos sobreviven, luchan con la depresión, la incertidumbre y, en algunos casos, la estigmatización sin juicio firme.