Aveces en la vida y en política, hay que pasar por lo peor para luego conseguir lo mejor.
Hoy mientras desayunaba temprano leía lo inevitable que “Contra todos los pronósticos, las encuestas, los medios de comunicación, el establishment y su propio partido, Donald Trump se convirtió, en el 45 presidente de los Estados Unidos.
Luego de una larga vigilia electoral y bajo llovizna esta mañana los estadounidenses que se agolpan para desayunar ante de ir a sus labores habituales todavía no logran determinar si lo que ocurrió el súper martes fue real o si fue un sueño, o una pesadilla.
La revista The New Yorker, de hoy, de fuerte posición liberal, titula en su edición de hoy “Fue una tragedia americana”.
No cabe un mejor ejemplo pues, esa es la sensación que queda a sectores como los hispanos, que habían hecho una doble apuesta: batir todos los récords de presencia en las urnas y, por cierto, consolidar las chances de Hillary Clinton para frenar el embate anti inmigratorio de Trump en varios estados de la Unión Americana.
Sin lugar a dudas la elección de ayer cambia el rumbo del mundo y del propio Estados Unidos. En la opinión de los politólogos: “lejos de cerrar la grieta en la sociedad estadounidense, que la llevó a repartir sus preferencias de manera casi pareja a los dos candidatos, Trump la abrirá aún más”.
The New Yorker definió con total crudeza lo sucedido el día de ayer : ¨La elección de Donald Trump a la Presidencia es nada menos que una tragedia para la República, una tragedia para la Constitución y un triunfo, del autoritarismo, la misoginia y el racismo”.
Las primeras repercusiones están a la vista como era lógico de esperarse con fuertes caídas en las bolsas mundiales, temores en Latinoamérica y en México en particular, tratando de defender lo indefendible. La fortaleza de las reformas estructurales y, de la economía del gobierno del presidente Enrique Pena Nieto, pero con un peso que se devalúa y complica, la economía y canasta familiar de los sectores medios bajos desde hace bastante tiempo ya.
No obstante las declaraciones de la confianza que México y Estados Unidos seguirán estrechando sus lazos de cooperación y respeto mutuo de parte del primer mandatario mexicano o la de su secretario de Hacienda que declara la fortaleza de la economía mexicana “para enfrentar la volatilidad mundial, no convencen a la ciudadanía que ve caer sus niveles de calidad de vida en los últimos 24 meses.
