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diciembre 05, 2025

México

Netflix proyecta el documental Juan Gabriel en el Zócalo de la CDMX

Redacción / Grupo Cantón 

Entre cada pausa, la multitud convertía la plaza en una pista de baile improvisada al ritmo de los covers del “Divo de Juárez”

CDMX.- A las siete de la noche, el Zócalo capitalino ya estaba lleno y con el ánimo dispuesto para bailar el “Noa Noa”.

Miles de personas habían llegado desde horas antes para presenciar un fenómeno tan inusual como profundamente mexicano: el regreso de Juan Gabriel al Palacio de Bellas Artes, esta vez a través de tres pantallas gigantes instaladas frente a la Catedral y el asta bandera.

Era una proyección, sí, pero con espíritu de concierto.

Mientras caía la tarde, el tráiler de Juan Gabriel: Debo, quiero y puedo, la nueva serie de Netflix, se repetía una y otra vez en las pantallas.

Entre cada pausa, la multitud convertía la plaza en una pista de baile improvisada al ritmo de los covers del “Divo de Juárez”, aquellos que alguna vez interpretaron Panteón Rococó o Dread Mar I.

Previo al evento, los vendedores ambulantes habían levantado puestos improvisados con pósters, tazas y camisetas con el rostro del cantautor. Los asistentes, entre risas y nostalgia, compraban recuerdos de un artista que, aunque ya no está físicamente, jamás se ha ido del todo.

Ese eco del Juan Gabriel que rompió moldes en 1990 cuando se convirtió en el primer cantante popular en presentarse en Bellas Artes acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional— estaba por repetirse, ahora ante un Zócalo repleto.

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A las 8:10 de la noche, bastaron treinta segundos para que la emoción se desbordara. El público gritó como si el ídolo caminara hacia ellos desde el escenario.

En cuanto apareció en pantalla, envuelto en su traje blanco brillante, miles de celulares se alzaron al cielo para capturar el momento.

“Cuando uno se va, lo que se queda es lo que vio”, se escuchó decir al artista mientras las imágenes del documental marcaban el inicio de la función. Los aplausos se intercalaban con los primeros acordes de aquella histórica presentación de 1990, mientras la cámara mostraba al director de orquesta y los arreglos sinfónicos.

Un joven hacía videollamada a su abuela, mostrando el tamaño del evento: “Mira, abue, es el de Bellas Artes. Estoy en el Zócalo… tú me enseñaste sus canciones”, le decía emocionado.

La primera canción fue Yo no nací para amar, pero un fallo en el audio interrumpió los primeros segundos. Entre risas, gritos y algún “¡Pin… Netflix!”, la gente esperó pacientemente hasta que la voz del michoacano volvió a resonar. Entonces sí, el Zócalo entero cantó de principio a fin ese himno a la melancolía.

Al terminar, la plaza estalló en aplausos, como si el artista realmente estuviera ahí.

Siguió Ya lo sé que tú te vas, y Juan Gabriel dejó un espacio para que el público completara los versos. La plancha del Zócalo se convirtió en un karaoke masivo; entre la multitud, un joven lloraba mientras grababa con su teléfono.

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