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26 abril, 2024

Especiales

Un partido gestor

En los hogares tabasqueños, el apremio a formar el nuevo partido prendió mecha. Familias completas, amigos y conocidos fueron los primeros en acudir al llamado.

La experiencia de juntarse en pequeños grupos y realizar asambleas, escuchar las opiniones de los otros y proponer las propias, levantaba el ánimo de los perredistas, que conocían por primera vez la democracia de carne y hueso. La militancia se convirtió también en camaradería, un modo de ampliar los lazos sociales, solidarios y hasta sanguíneos.

La experiencia de Andrés Manuel López Obrador como titular del Centro de Estudios Políticos y Sociales del PRI, le sirvió para levantar los cuadros del nuevo partido y lo hizo con mucha pasión, que hasta la fecha muchos continúan fieles a su llamado.

Desde aquel 1989, el nuevo partido se volvió gestor de las demandas ciudadanas, que crecían por la ineficiencia de las nuevas autoridades estatales, representadas por el entonces gobernador Salvador Neme Castillo.

Así resume Andrés Manuel los primeros dos años como dirigente del PRD Tabasco, en el libro “Entre la historia y la esperanza” (Grijalbo, 1995): “Los asuntos más complicados que atendimos fueron las demandas de los indígenas por contaminación petrolera, el problema de los trabajadores del gobierno y el caso del asesinato de Jesús Manuel Martínez Ruiz”.

A nivel nacional, el caso de Jesús Manuel Martínez Ruiz puso en evidencia la tortura y criminalidad de los cuerpos policiacos. La Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió la recomendación 14/1990 al gobierno de Salvador Neme Castillo, que se negaba a destituir al director de la policía judicial del estado, capitán José Conrado Garrido David.

López Obrador reconoce en “El poder en el Trópico” (Planeta, 2015), que el mayor inconveniente de la presencia de Pemex en Tabasco es la desarticulación de la pequeña unidad de producción agraria y la consecuente descomposición campesina y es esta crispación que le da una mayor oportunidad de crecer en su liderazgo con su llamado a tomar pozos petroleros.

Para explicar esta estrategia, Andrés Manuel apunta en este segundo título: “Sencillamente, fue decir: ya no pasan por mi pueblo. A pesar de las estrategias de resistencia civil y no violencia, los encontronazos con las fuerzas federales y estatales dejaron cientos de heridos y detenidos”.

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En las elecciones de 1991, Andrés Manuel usaría la toma de pozos para protestar por los resultados fraudulentos del proceso electoral. Para las elecciones de 1994, donde el perredista contendió por la gubernatura contra Roberto Madrazo Pintado, bloquearían también los campos petroleros, como protesta política pacífica.

En total, los simpatizantes del PRD llegaron a tomar 392 pozos petroleros durante 43 días que duró la protesta contra el reconocimiento de Madrazo Pintado como gobernador electo, a principios de 1995. Un año después, las autoridades echaron mano de elementos del Ejército, así como de fuerzas federales y estatales para desalojar los cierres ubicados en el campo Sen, en Nacajuca, con un saldo de 106 perredistas encarcelados. López Obrador fue herido de un toletazo que le propinó un policía. La imagen, tomada por el fotógrafo Tomás Rivas, del líder perredista ensangrentado, conmovió a la opinión pública nacional.

Para resolver aquella crisis intervino la Secretaría de Gobernación federal, desde la casona de Bucareli, el entonces subsecretario y hoy gobernador tabasqueño, Arturo Núñez Jiménez, se comprometió con el PRD a suspender los desalojos e instalar inmediatamente una mesa de negociación para abordar las demandas que se planteaban a la paraestatal Pemex, el nuevo partido por su parte acordó levantar los bloqueos.

A esta mesa de acuerdos, además del subsecretario de Gobernación, acudieron los perredistas Amalia García, Jesús Ortega, Francisco Curi y Octavio Romero; por parte de la paraestatal se presentaría el director de Administración, Humberto Lira Mora. Al menos, con Zedillo como Presidente de la República, el “ni los veo ni los oigo” de Salinas, había dado paso, por la propia fuerza y organización opositora, a un bisagra de apertura.

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