En México, la corrupción se traduce en falta de seguridad jurídica, encarecimiento de trámites, disminución en la rentabilidad de las empresas, erosión a la competitividad del país y elevados costos de producción. Este “cáncer que padece México” inhibe las inversiones, reduce la productividad del gasto público, distorsiona la asignación de recursos y profundiza la desigualdad social. Ser un país corruptible es tema constante en las redes sociales; su elevado costo se refleja (entre otros aspectos) en el uso ineficiente de los recursos, en una economía en la que la gran mayoría de las empresas interiorizan los costos de operación bajo reglas “adaptadas” donde todos tenemos una excusa para violar la ley.
Según cifras oficiales, en el 2015 la corrupción le costó a México 34% de su Producto Interno Bruto (PIB); es decir, más de 6 billones de pesos de la riqueza del país. A pesar del daño que ocasiona y arrastra, a este mal se le ve como el aceite de la maquinaria económica, algo así como un engrane del sistema de justicia y factor para que “las cosas funcionen”. Acostumbrados al argumento, percibimos a la corrupción como un mal endémico, tan propio como la sangre mestiza y tan arraigado como el consumo de maíz. Lamentablemente una de las características de la corrupción es la impunidad, una realidad tan cierta que cuestionarla y confrontarla, resulta inútil. Y más lamentable resulta, que no es el único mal que sufre nuestro país, están la desigualdad social, pobreza, pobreza extrema, violencia, narcotráfico y analfabetismo.
“El que no transa no avanza” ¿Frase o realidad?
El complicado escenario para comunicar en redes sociales. Como herramienta para evidenciar actos de corrupción están las redes sociales, la ciudadanía actualmente, no sólo está atenta a las acciones que realizan los miembros de la clase política sino que, lo están también para dar a conocer su versión de los hechos, su aprobación o inconformidad a través de las redes sociales, considerados medios digitales no censurables. Ahora la expresión del ciudadano está latente, tiene las vías y ha palpado la importancia de mostrarse y exponer en conjunto los hechos en el preciso momento de que suceden. Aunque hay aspectos básicos que no se deben dejar de lado; no relegar el contacto personal y no hacer nada, de lo que NO se estaría orgulloso en el mundo no virtual.
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