Unicidad y dualidad, son dos términos que tal vez nos confundimos sobre el significado de cada uno de ellos, y aún más no sabemos identificar desde cuál de ellos actuamos en nuestra vida.
Dualidad, es una palabra que representa la polaridad de la vida en el planeta tierra y de nuestra experiencia como seres humanos, trae implícito los dos polos de todo cuanto existe aquí, esos que catalogamos como: arriba y abajo, hombre y mujer, noche y día, bueno o malo, placer y dolor, pobreza riqueza, rencor y perdón, enfermedad o salud, yin y yang.
Unicidad, cuando nos desapegamos de los conceptos previamente adquiridos y somos capaces de observarnos desde fuera, desde el observador, nuestro universo comienza a desintegrar esos aspectos duales para darnos una nueva visión, la cual se refiere a la perspectiva de vernos como un sólo ser, porque somos uno en espíritu con todo y estamos en la expansión del universo disfrutando de nuestra casa que nos unifica, el planeta tierra.
La perspectiva con la cual vivimos y actuamos, hace una gran diferencia y antecede al resultado que obtenemos como persona y en nuestras relaciones humanas y justamente de esa perspectiva de dualidad o unicidad, también influye para que el trato con uno mismo primero y hacia los demás después, sea promotor de armonía y paz o lo contrario.
En este 8 de marzo, donde se conmemora el “Día Internacional de la Mujer” invito a reflexionar de una manera abierta y generosa, las causas que nos han llevado a los momentos en los cuales nos encontramos, reflexionar respecto a esa filosofía de vida donde se enseña que primero yo, después yo y al final también yo o ¿de que lloren en tu casa a que lloren en la mía?, entre muchas otras formas más donde se fomenta la dualidad o bien, en la marcada diferenciación entre hombres y mujeres y la lucha implícita de poder, también esta generada desde la dualidad.
El fomento de valores humanos y la vida práctica con ellos, acompañado de una perspectiva de unicidad, donde podamos comprender y actuar en consecuencia, de que cada acto que llevemos a cabo con el enfoque de que somos uno y emanamos de la misma fuente de energía, nos elevaría a vivir en armonía y paz, a respetar y en el respeto a otras personas que son parte del todo, ver la posibilidad de contribuir a la vida plena, con conciencia plena, minimizaríamos mucho las emociones negativas, los resultados que causan daño, dolor y sufrimiento y estaríamos fomentando una cultura de paz y felicidad integral de la humanidad en armonía con el planeta en el que habitamos, porque al fin y al cabo somos uno.