Libertad religiosa como derecho humano
Cuando la fe es tejido de paz
Por: Paola Moreno Córdova
La libertad religiosa es mucho más que la posibilidad de profesar una fe.
Es un derecho humano fundamental que garantiza la convivencia, la diversidad y la construcción de paz en nuestras comunidades.
Su reconocimiento y defensa no son un asunto accesorio, sino un pilar indispensable para cualquier proyecto de nación que aspire a ser incluyente, democrático y seguro.
Por ello, el Congreso Nacional sobre Libertad Religiosa se ha consolidado como un espacio de ideas, avances y construcción de soluciones.
No se trata de un foro aislado, sino de un punto de encuentro donde líderes religiosos, representantes políticos, líderes sociales y defensores de derechos humanos nos reuniremos para trazar una agenda conjunta en favor de la paz.
La riqueza de este encuentro radica en la capacidad de transformar diferencias en consensos y en demostrar que la pluralidad puede ser fuente de unidad.
En este esfuerzo, la voluntad política juega un papel determinante.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha marcado una ruta clara: la paz no puede entenderse solo desde la óptica de la seguridad pública, sino como un proceso integral que articula justicia social, prevención comunitaria y colaboración institucional.
Esa visión encuentra eco en Quintana Roo, donde la gobernadora Mara Lezama ha impulsado acciones que muestran que el Estado sí puede trabajar de la mano de las comunidades de fe.
El Acuerdo por la Libertad Religiosa firmado en 2024 y el reciente Día Estatal del Servicio, que reunió a más de 800 personas de distintas confesiones en labores comunitarias, son ejemplos tangibles de apertura, diálogo y trabajo conjunto.
No son gestos simbólicos: son pruebas de que cuando el gobierno abre las puertas a la colaboración con líderes religiosos, se genera un nuevo sentido común en la sociedad, una narrativa donde la fe y la política se encuentran en el terreno de la paz.
Este congreso que organiza la fundación conciencia nacional por la libertad religiosa, no solo será una mesa de ideas, sino la oportunidad de articular un mensaje nacional: la libertad religiosa debe ser reconocida, respetada y aprovechada como herramienta de cohesión social.
El reto es grande, pero la posibilidad aún mayor: demostrar que el Estado y los líderes religiosos pueden caminar juntos para abonar a la seguridad, reconstruir la confianza ciudadana y abrir un horizonte de paz duradera.