El proceso electoral en Quintana Roo fue ejemplar porque transcurrió con plena garantía de libertad y respeto a la voluntad ciudadana.
La elección para renovar el Congreso local fue una jornada pacífica y sin mayores sobresaltos.
Mucho tuvo que ver la forma en que se ejerce el poder en Quintana Roo, la cual abona a que se arraigue la democracia en esta entidad que antes del 2016 estuvo gobernada durante más de 40 años por el PRI.
Ejercer el poder con inclusión y pluralidad no tendría que considerarse un nuevo modo de hacer política; sin embargo, es nuevo cuando en Quintana Roo se tuvo que rescatar la función pública del abuso, la tiranía y la intimidación hacia quienes se expresaban de manera diferente, no hace muchos años.
Tampoco debería ser nuevo, sino un recordatorio, el hecho de que gobernar no es sólo administrar los recursos y el patrimonio del estado; es también gestionar las diferencias entre fuerzas políticas y colectivos ciudadanos para ir construyendo un acuerdo de civilidad que permita a la comunidad avanzar en términos democráticos.
Un acuerdo sólo se construye si integra todas las orientaciones y el poder sólo es efectivo para gobernar, cuando se comparte; de otra forma sería el poder de una sola persona o un solo grupo sobre los demás.
El poder visto como inclusión y pluralidad nos fortalece a todos porque no sirve a unos cuantos sino a la consolidación del estado en libertades, derechos, pacificación y desarrollo.
Nunca ningún poder absoluto o poderes sin contrapeso han servido para el ejercicio pleno de la función pública.
Celebremos entonces los resultados de este domingo 2 de junio.