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Cultivando el futuro desde la ciudad

Durante décadas el cine del siglo XX nos trajo un género que utilizaba el futurismo como vía para abordar el porvenir de la humanidad. Éste nos mostraba una visión más bien obscura del destino de las ciudades: espacios de hacinamiento, crimen, problemas de convivencia, robots y autos voladores. Por fortuna en la vida real el urbanismo comienza a tomar un nuevo camino que marcará el futuro de las nuevas y viejas ciudades. El crecimiento urbano comienza a tomar conciencia de que es necesario ser más sustentables. Ello abarca el control climático, el uso más eficiente de espacios y recientemente, la alimentación sustentable a través de la agricultura urbana.

En la actualidad, más del 60% de la población mundial habita en ciudades y las proyecciones determinan que esta tendencia irá en aumento. Los últimos años nos han mostrado un gradual decrecimiento poblacional de las áreas rurales y el cambio de actividades productivas de sus habitantes, quienes han ido dejando de lado la agricultura tradicional y mudándose a las ciudades. En este escenario es importante cuestionarnos el modelo actual de aprovisionamiento de alimentos a los centros urbanos: es necesario desplazar mercancías cientos, o miles de kilómetros por carretera para alimentar a la población urbana y existe un porcentaje alto de desperdicio y merma de estos alimentos.

La idea de la agricultura urbana como medio de complementar la dieta y agregar espacios verdes a las viviendas surge como una alternativa y toma auge en ciudades europeas y de Norteamérica a finales del siglo pasado y en las décadas que corren del XXI; sin embargo, se trata de una idea que no es enteramente nueva, dado que las comunidades indígenas antiguas y actuales han desarrollado métodos de agricultura de traspatio centenarios, ampliamente probados y ecológicos. El punto de innovación en esta tendencia es el uso de la ciencia y la tecnología para hacerlos eficientes y económicos.

De manera tradicional la arquitectura urbana de las grandes ciudades desperdicia grandes superficies planas en cada edificio: las azoteas de cada construcción se utilizan para servicios hidráulicos, eléctricos y poco más. Es ahí donde los huertos urbanos modernos comienzan a crecer y donde la ciencia ha desarrollado métodos de cultivos como la hidroponía: que prescinde de la tierra para cultivar y utiliza agua cargada de nutrientes en contacto directo con las raíces sumergidas. Con estas técnicas se ha logrado desarrollar la agricultura vertical sin sustrato, en la que por tuberías interconectadas de PVC circula agua nutritiva las 24 horas con ayuda de bombas eléctricas alimentadas con energía solar. Utilizando estas ideas, el profesor Dickson Despommier de la Universidad de Columbia [1] ha logrado desarrollar también fachadas verdes para edificios, que combinan el vidrio común de las ventanas con espacios para plantas comestibles.

Se planeta que los beneficios de la agricultura urbana vayan más allá de mitigar el hambre en las ciudades sino que se prevé que más y más huertos y parques de azotea logren bajar las temperaturas de las ciudades y a reducir los costos actuales generados por la electricidad de aires acondicionados, reducir el polvo y contaminación a la par que mejoran el aspecto de las ciudades.

El futuro de la humanidad depende de las prácticas y nuevas ideas que se desarrollan a través de la ciencia. El problema alimentario y de crecimiento poblacional es una realidad y es vital tomar decisiones consientes para tener un mejor futuro. La idea de la agricultura urbana es un acercamiento positivo al problema y una oportunidad de tener alimentos de alta calidad, sustentables y libres de agroquímicos al alcance de la mano.

Publicado por
Ángel Rivero Palomo
Etiquetas: columnaencorto

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